DA TIEMPO AL AMOR "Novedad"

DA TIEMPO AL AMOR  "Novedad"
TAMBIÉN DISPONIBLE EN AMAZÓN

jueves, 17 de julio de 2014

On 11:32:00 by María Serralba in , ,    Sin comentarios
Este poema se lo quiero dedicar a un buen amigo, el mismo que un día llamó a mi puerta y me dijo: "María, te necesito, o yo solo no podré salir de esto". En él tan solo he pretendido plasmar un instante de la agonía que lleva viviendo desde hace un tiempo, y por respeto a él omitiré su nombre, aunque sabrá perfectamente que es a él a quien van dedicados estos versos.

El Blog de María Serralba-Añoranza de un "te quiero"
AÑORANZA DE UN “TE QUIERO”

Podría estar balanceándome en el filo de una espada,
hablar con los muros silenciosos de mi casa,
escudriñar en los rincones de mi infancia,
y nunca, poder decirte un, te quiero.

Y desangrarme entero en los campos de retama
añorando un pasado muy lejano,
o soñar despierto en tus pisadas y en un futuro venidero,
y nunca, poder decirte un, te quiero.

Son tan largas las charlas con la almohada,
y tan sordos y penosos los silencios,
que presiento que una vez llegada el Alba,
rozando con mis dedos los quiebres de su tela,
volverán a punzarme en el alma tus recuerdos,
y nunca, volveré a decirte un, te quiero,

Ni el haber posado mis labios en tu pelo,
ni sentir tu aliento endulzar la noche eterna,
ni que erices con tus sentidos el vello de mi cuerpo,
conseguirán borrarme esta gran pena.

Mis ojos, gemelos de los tuyos, no reflejan tu mirada,
mi cuerpo, arrullo de tus sueños, no recibe al tuyo en esta cama,
y mi voztrémula y sedienta de tu voz, ya no sabe darle sentido a las palabras,
pero, por decirte de nuevo un, te quiero,
me arrancaría yo mismo las entrañas.


©María Serralba 170714
On 0:25:00 by María Serralba in ,    Sin comentarios

Os traigo una nueva "historia urbana" que contaros, trata sobre lo bueno que es tener en la vida un carnicero aliado, que, ¿por qué os lo digo?, pues muy sencillo, por que hay ocasiones en que, si no lo tienes, estás perdida, pero, ¿qué os parece si mejor os narro mi relato y luego, juzgais vosotros mismos?

*************
- Mamá, ¿estas hamburguesas son de dónde siempre? -me preguntaba mi hijo con más hambre que el perro de un ciego, como se suele decir, y sin parar de accionar el tenedor y el cuchillo mientras iba diseccionando cada pieza ovalada en otros pedazos más pequeños.
- Sí, claro, ¿por qué me lo preguntas?
- Es que me saben raras, que son, ¿de pollo o de ternera? -me siguió interrogando.
- Pues esas concretamente que te estás comiendo son de ternera, ¿es que no te gustan? -le consulté, un tanto extrañada ya que las había comido en otras ocasiones y siempre me había dicho que le encantaban, así que esperé intrigada su respuesta.
- Bueno, no sé, la verdad es que no están mal del todo pero tienen algo que no sé que es.
- ¿Cómo que tienen algo que no sabes que es?, pues qué van a tener, un montón de carne y poco más, ¿es que están duras?, ¿están picantes?, ¿saladas? -le continué interrogando, dejando lo que estaba cocinando en aquel momento y prestando más atención a las muecas que hacía mi hijo al masticar que en realidad, a lo que se estaba comiendo.
- No, no pican y están bien de sal, lo único es que tienen algo... ¿no será que te las ha dado con queso?
- No, que va, le he pedido a mi amiga Tere que me pusiera las de siempre, además, ella las hace caseras, por eso están siempre buenísimas además, solo las hace de pollo, de ternera o de verduras, pero nunca con queso, pero... ¿qué es lo que pasa?
- Pues no sé, pero al masticarlas tienen algo así como durito, como si fuese una capa de queso o algo así, pero no te preocupes, me las como, pero cuando vayas a la carnicería pregúntaselo, a ver si no se ha dado cuenta y ha puesto queso en estas.
- Nene, te digo que ella no pone queso en las hamburguesas, pero no te preocupes que mañana, cuando vaya, se lo preguntaré y así nos quedamos tranquilos.

La sobremesa terminó y al día siguiente, tal como había dicho a mi hijo, me personé en mi carnicería de confianza y le pregunté a mi amiga Tere -la carnicera- el tema en cuestión, a lo que me respondió:

-...pues la verdad es que son como siempre las hago. Carne picada, huevo, pan rallado, una pizca de sal, pimienta negra, un chorrito de limón y un poquito de perejil, lo mezclo bien, le pongo el film y lo meto en la máquina prensadoras.
- Pues eso mismo es lo que le he dicho a mi hijo, pero no había forma de con-ven-cer-lo...

De repente mi cabeza rebobinó lo que Tere me acaba de decir y le dio al PLAY, parando tras la frase "... y lo mezclo bien y le pongo...", ahí fue cuando me quedé clavada en el suelo.

-Perdona, Tere, pero por casualidad, ¿has dicho que le pones un film transparente?
-Sí, claro, cuando tengo todo preparado cojo una porción de la mezcla, hago una bolita y la pongo en el centro de una lámina de film transparente, la cubro con otra y lo prenso en la máquina, así se quedan perfectas y ovaladas, y cuando las vas a hacer, tan solo tienes que separar el plástico de la carne al mismo tiempo que las pones en la sartén, así ni si quiera has de mancharte..., ¿por qué lo dices?

¡¡TIERRA TRÁGAME!! me dije a mí misma, acostumbrada a hacerlas yo y ese día comprárselas a ella, con la mente en otra novela me puse a cocinar y no pensé ni por un instante el quitarle esa capa de film transparente ya que ni me acordaba que las de ella SÍ lo llevaban. Que razón tenía mi hijo al afirmar que aquello sabía a algo raro, como si tuviese queso fundido alrededor. Gracias que Tere es como una tumba, ese "desliz culinario" quedará entre ella y yo, nadie se enterará del incidente, por ello veo sumamente importante que los escritores tengamos a un carnicero de confianza en nuestra lista de proveedores, ya que en casos como estos, nunca nos delatará.

miércoles, 16 de julio de 2014

On 14:22:00 by María Serralba in , ,    Sin comentarios
Al parecer, el carteo entre Antonio Espinosa y yo va a convertirse en un hábito, a la vista de que nuestros escritos siempre hayan respuesta del otro, muestra de ello es lo que os ofrezco, un nuevo relato de él titulado "La habitación oscura", acompañando al mío que recientemente os he ofrecido titulado "La exhumación de un alma".
Gracias Antonio por esta colaboración, aunque me has dejado con el vello de punta, que lo sepas....jajaja.

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Recuerdo bien la fecha a pesar de que he dejado pasar muchos años, tal vez demasiados, para relatar el hecho, que quiere decir tratarlo como ficción, un hecho que sucedió y se llenó de realidad. Ahora mismo no sabría aclarar si la realidad es fabricada por los hechos o son estos los que cobran la dimensión de lo real después de que el tiempo obre su efecto. Quiero decir que ahora, veinte años después de que sucediese lo que sucedió, ni yo mismo, que intervine entonces y ahora, sabría decir si lo que escribo es real o fantasía de escritor. Tendré que pensar en ello y aclarar mi posición. 

El hecho es que Ibáñez y yo habíamos ido a visitar a nuestro común amigo Espallardo, enfermo terminal de una grave enfermedad. Nos recibió su mujer, Ana, con ojos ojerosos y la palidez como color de su parte carnosa. Espallardo yacía en su oscura habitación. A sugerencia de Ana, Ibáñez y yo nos sentamos a sendos lados de la cama, equilibrando uno el peso del otro. 

-¿Cómo estas, Espallardo?, pregunté.

Los tres habíamos compartido piso en nuestra época estudiantil. Alquilamos uno en el Callejon de Arjona, justo encima de la taberna Los Piruneos, nuestra tabla de salvación para comer cada día. 

-¿Habéis sabido lo de Rosario?, respondió él con escasa potencia de voz.

El blog de María Serralba-La habitación oscura
Al poco tiempo de estar en la oscuridad yo empecé a distinguir objetos dentro de la habitación: una botella de agua sin gas sobre la mesita de noche, una caja de medicamentos junto al agua y unos libros, tres en total, sobre la cómoda, que quedaba a mi izquierda. Pero también creí ver unos ojos sin cuerpo que miraban con descaro hacia nosotros. Y no eran los de Ana porque la habíamos dejado preparando café en la cocina.
Rosario formaba parte de la pandilla de jóvenes estudiantes y, según se comentaba, estaba enamorada de Espallardo; él lo estaba de Ana, con quien se casó. 

-¿Qué le ha pasado a Rosario?, preguntó Ibáñez. 

-Murió hace tres días -nos informó-, pero no he conocido los detalles de su muerte, aunque sé que me está esperando. Es un presentimiento, sé que ha venido a reunirse conmigo ahora, cuando ya nadie puede frenar mi muerte. 

Entonces le hice una seña a Ibáñez y ambos miramos fijamente aquellos ojos que no perdían detalle de la escena. 

Entró Ana con los cafés y encendió la luz y los ojos desaparecieron y no dejaron rastro de cuerpo alguno.

Aquella noche murió Espallardo.
©Antonio Espinosa
On 12:49:00 by María Serralba in , ,    Sin comentarios
De muchos es sabido que en ocasiones se ha de proceder a la exhumación de un cadáver, eso consiste en desenterrar el cuerpo del lugar dónde reposaba hasta el momento y hay muchas circunstancias que pueden conducir a ello por ejemplo: el espacio, ya que el nicho donde esta enterrado es pequeño y ha de albergar otro cadáver; cuestiones urbanísticas que obligan a realizar tareas de remodelación del tratado del campo santo; temas legales -estos se daban muy frecuentemente en la antigüedad cuando se sospechaba que el enterrado o bien, no era quien se suponía que era, o bien, la muerte no había sido por causas naturales tal como se indicaba-. Una de las exhumaciones más conocidas fue la que realizo el doctor Guillard, medico de la expedición francesa que se encargó de repatriar los resto de Napoleón en Santa Elena el 15 de octubre de 1940.
http://www.mariaserralba.com/2014/07/exhumacion-de-un-alma.html

Las labores de exhumación está de más deciros que son sumamente desagradables tanto emocional -en caso de estar la familia presente-, como visual y olísticamente hablando. Recuerdo que mi abuela en ocasiones, y atendiendo a mi morbosa curiosidad de niña por saber todo de todo, me narraba algunos casos que habían tenido lugar en su época y os puedo asegurar, que parte de ellos los recuerdo vivamente igual que ella, que los recordaba con todos lujo de detalles a pesar del tiempo transcurrido tanto es así, que su mayor temor no era el hecho de morir, ya que decía que eso era ley de vida, sino que se confundiesen y la enterrasen con vida creyendo que estaba muerta. Igual os parecerá una tontería lo que os estoy narrando pero tened en cuenta que en otros tiempos había enfermedades que "aparentemente" daban todas los síntomas de que el individuo había pasado a mejor vida -como se suele decir-, sin embargo estaba bajo una catarsis, cosa que algunos médicos, y más en zonas rurales, todavía no tenían muy controlado el tema.

Recuerdo bien una historia en concreto que me narró en la que tras una reyerta entre dos familias tuvo lugar una serie de muertes. Al tiempo, cuando por razones urbanísticas, como os decía antes, se removieron algunas sepulturas, los que acudieron como testigos quedaron horrorizados ya que a los enterrados, tres en concreto, dos hombres y una mujer embarazada- se les encontró sepultados boca abajo; ¿qué mente retorcida maquinó dichos enterramientos par que en el caso de que no estuviesen del todo muertos y quisiesen salir, no pudieran hacerlo de ninguna de las maneras ya que lo único que harían al escarbar sería, cómo podríamos decir literalmente hablando, escarbar su propia tumba?

Dejando de lado este tétrico tema, tan solo he querido utilizarlo a modo de introducción para explicaros en qué voy a emplear el mes de agosto. Un buen amigo y yo nos hemos marcado una meta muy complicada pero al tiempo sumamente apasionante y didáctica, exacto, una exhumación, pero en este caso, en lugar de ser un cadáver va a ser un alma, un alma atormentada que su único refugio era revelar su inquietud sobre un lienzo con un hermoso dibujo, o sobre un papel con un relato enternecedor, o incluso, sobre el oído atento de quien se dignaba a escuchar sus sabias y meditadas palabras. Esa alma que fue enterrada en el camposanto del olvido de las artes, desde la distancia, desde ese otro lado donde todo se diluye como una bruma y que solo da pie a retazos de una vida que nunca alcanzará la plenitud de lo que llegó a ser la persona, nos ha estado llamando constantemente para rogarnos con versos hambrientos e implorantes, que la rescatemos, que juntemos todas sus piezas y que como si se tratase de un gigantesco puzle de pinceladas de colores y palabras rimadas con los rayos vivaces del sol de primavera, le insuflemos de nuevo vida.

Este ambicioso proyecto ya tiene fecha para su puesta de largo, será el 15 de febrero del 2015 y estoy segura que a muchos sorprenderá, enternecerá, conmoverá, apasionará y un largo etcétera que si eres de los que vive por y para compartir cultura, lo sabrás apreciar y hasta ahí lo que os puedo contar sobre él, tan solo pediros un poco de paciencia, la que nos va a hacer falta a mi amigo y a mi para refundir en unas pocas páginas 100 años de las vivencias de un alma. 
«La fuerza inagotable que anida en mi interior, es la fuente de la que se nutre mi perseverancia por ver hecho realidad mi único deseo». Leimotiv de ©María Serralba

«Todo en la vida se puede llegar a lograr, tan solo es cuestión de TIEMPO, de DESEO, de ESFUERZO y siempre dotándolo con una generosa dosis de mucho AMOR». Da tiempo al Amor ©María Serralba

«Cuando la mente y el cuerpo están en perfecta sintonía, el ser humano es capaz de todo, y cuando esto no es así entonces... se puede esperar cualquier cosa de él». A la sombra de tu piel ©María Serralba

«En un mundo donde todo es sentimiento el sexo que tenga este carecerá de importancia». El Dios del faro ©María Serralba

«Todo el que se ensalza será humillado y el que se humille será ensalzado...». La estrella púrpura ©María Serralba

«Si la inspiración no viene a mí salgo a su encuentro a mitad del camino». ©Sigmud Freud

«Sin los escritores, aun los actos más laudables son de un día». ©José Augusto Trinidad Martínez (Azorín)

«Un autor de historias fingidas escribe el libro que quiere leer y que no encuentra en ninguna parte». ©Augusto Roa Bastos

«Existe una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad o la energía atómica y es, la voluntad». ©Albert Einstein

«Las personas solo cambiamos de verdad, cuando nos damos cuenta de las consecuencias de no hacerlo». ©Mario Alonso Puig