domingo, 29 de marzo de 2015
On 13:23:00 by María Serralba in AGENDA, Historias urbanas, PROYECTO MARÍA SERRALBA, Publicaciones, Ventana Cultural, Ventana solidaria Sin comentarios
Me vais a permitir que esta entrada la haga más extensa, pero está visto, que lo peor que puede suceder, es darme una cámara y dejarme a mi libre albedrío por lugares con una carga histórica tan importante como es el caso. Siguiendo con mi diario de ruta deciros, que abandoné a mis amigos de Piedra Abierta, dejándoles inmersos en una de sus disertaciones sobre la mejora de las semillas y puse rumbo a Palencia, creyendo que ya no volvería a ver más de esa maravilla del Románico, pero me equivoqué...
Mis pies se resistían a dejar aquellas tierras, sus gentes y su cultura. Atravesaba los campos y laderas camino del añorado asfalto y casualmente pasé por el pueblecito de MOARVÉS DE OJEDA y, también por casualidad, mi mirada se desvió hacia una de sus calles y... ¡mirad qué preciosidad me encontré!
La Iglesia de San Juan Bautista de Moarvés, es una de las maravillas del Románico, sí, otra más, que gracias a las labores de restauración, se ha podido conservar. Su portada analógica, en lo alto de la fachada sur, es espectacular, tal como veis, con su pantocrator con todo lujo de detalles, a pesar de ser sencillo el resto del conjunto.
«¡María!, venga, vamos, que a este paso no llegamos a Alicante», escuché decir desde el coche, y era cierto, como siguiera así, parando en todos los puntos donde veía algo que me gustaba, nunca llegaría a mi destino, aunque, de momento, tenía otro más inminente donde hacer una parada técnica, y esa era la ciudad de Palencia.
Bajo la mirada protectora de un gigantesco Cristo, el del Otero, el tercero más alto del mundo con treinta metros de altura, nos vimos sumergidos en las calles de una ciudad tranquila y llena de monumentos, como a mí me gusta, así que de nuevo estaba ante un grave dilema, ¿seguía marcha o me documentaba de todo lo que me gustaba?; por supuesto ganó la segunda opción... ¡jajaja!
Para la lente de mi cámara indiscreta, todo era digno de ser fotografiado, tal como veis. Cúpulas, iglesias, edificios del consistorio y un largo etcétera.
También hubo momentos de grata sorpresa cuando en uno de mis paseos por las calles de esta bonita ciudad, se me ocurrió elevar la mirada a los cielos, y fijaos con lo que me encontré, pues es un colegio, así que imaginaos lo orgullosos que deben estar sus alumnos de poder acudir a un lugar tan bello como este.
También estaban los monumentos que todos visitaban, como la Iglesia de la Soledad, o la famosa aguadora mirando hacia la Calle Mayor, donde no pude resistirme a hacerme un Selfy con ella.
Pero cuando me empezaron a rugir las tripas, fue señal inequívoca de que había que reponer energías, así que entré en una cafetería que tenía servicio de comedor, en la Calle Mayor, y de nuevo me ví gratamente sorprendida. El comedor, tal como veis, era super original, eso, acompañado de un menú espectacular, reafirmaron en mí, el deseo de volver en otra ocasión por aquellas tierras.
Y como no hay un buen comer sin un buen postre, el paseo por sus calles fue un auténtico martirio.
Figuras de bronce se iban alternando a lo largo de mi recorrido, y una que me llamó mucho la atención fue la dedicada a una Castañera, pequeña y aparentemente falta de encanto hasta que me enteré de que había sido realizada por un artista invidente, entonces, la apreciación de todo cambió radicalmente. Fijaos, a pesar de, todas las líneas era sorprendente, ¿cómo se las había ingeniado su autor para hacerla sin ver?
Estaba visto que en Palencia, lo mejor era dejarse llevar, ya se encargaría ella de sorprenderte en cada esquina.
Y así es como llegue hasta la Plaza de la Inmaculada Concepción, amplia y sencilla, pero no por ello menos importante ya que hacía de antesala a lo que atesoraba, nada menos que a «la bella desconocida», su Catedral.
¡¡ATENCIÓN A LOS INFORMÁTICOS!!... ¿Dónde se ha visto que una Catedral tenga conexión HDMI en su fachada?. Si no me creeis, mirad esto. ¿A que es idéntica a la «clavija» que se utiliza para dichas conexiones?... ¡jajaja!
Una vez atravesado su claustro, fechado en el año 1792, nos adentramos en lo que sería el cuerpo principal de la Catedral de San Antolí.
Como existen cientos de referencias sobre su contenido, he preferido indicaros el sitio web de la CATEDRAL DE SAN ANTOLÍN DE PALENCIA por si gustáis saber un poco más de ella, os aseguro que vale la pena.
Por mi parte tan solo os indicaré algunos apuntes de lo que me llamó la atención y que se salía un poco fuera de lo normal , tal es el caso de este curioso y gracioso carillón.
Como en toda gran construcción, siempre te encuentras en su interior con algo que desentona del resto, o bien por su forma, o por su función, pues bien, en la Catedral de San Antolí también había algo similar, pero, ¿dónde estaban alojados estos simpáticos muñecos?, pues fijaos, estaban allá, en el quinto pino, como para verlo sin gafas... ¡jajaja!
Aunque uno de los momentos más especiales fue, cuando llegué ante la Cripta de San Antolín, patrón de Palencia. La emoción de descender por sus escaleras y ver qué me encontraría allá abajo, teniendo en cuenta que en ese espacio, semi oculto, en otros tiempos había sido lugar de enterramiento de mártires de la Inquisición, y, con anterioridad, sepulcro de la edad visigoda, anterior al siglo I d.C., nada menos.
La cripta de San Antolín está dedicada al santo sirio que nació en el siglo IV. Sus reliquias fueron traídas a Palencia por el rey godo Wamba y tras un período de olvido, fueron halladas nuevamente por el rey Sancho III, el cuál, mientras iba de caza del jabalí, cuenta la historia que notó como su brazo se paralizaba cuando iba a matar al animal; en ese mismo lugar, el que aparece en esta foto, se empezó a edificar la cripta y de ahí, hasta lo que conocemos en estos días.
Y de los infiernos ascendemos a los cielos.
Sí, tenéis toda la razón del mundo, me pirran las bóvedas, y lo malo de ello es que aquí había tantas, que prácticamente me pasé casi todo el recorrido mirando al «cielo» de la Catedral.
Quien me viese pensaría que era toda una devota que estaba clamando a los santos por el perdón de mis pecados.
Quien me viese pensaría que era toda una devota que estaba clamando a los santos por el perdón de mis pecados.
Y entramos en un tema que a muchos no les agrada, el de las reliquias. Existen templos en todo el mundo donde han ido a parar reliquias de mártires, y estos tienen un lugar preferente para su veneración, y, tratándose de una Catedral, no podía ser menos, pero hay relicarios y relicarios y este, era una preciosidad.
Fijaos, en cada urna hay una reliquia de un santo. Fragmentos de huesos de brazos, piernas, cabello, y un sin fin de trozos de cuerpos humanos de seres de otras épocas, envueltos en oro y atesorados durante cientos de años y siglos, con la única creencia de que en ellos, está la curación a una enfermedad o bien, la salvación absoluta de un alma pecadora.
Está visto que en esta Catedral todo tiene que ser a lo grande, como el simple soporte del órgano, toda una obra de marquetería y policromía.
¡Al fin! en el exterior. Casi había perdido la noción del día y de la noche ya que en el interior de la Catedral, hasta la temperatura era totalmente diferente a la del exterior.
Despido a esta «BELLA DESCONOCIDA», inmortalizando el momento junto a una estatua de bronce que me recuerda que estamos en la Semana Santa.
Así que, amigos, sintiéndolo mucho, he de retomar el día a día y volver a la «Terreta», pero prometo ofreceros en breve, otra de mis aventuras, aunque en esta ocasión no sé hacia dónde me llevarán mis pasos literarios.
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lunes, 23 de marzo de 2015
On 17:38:00 by María Serralba in Historias urbanas, InfoBlog, PROYECTO MARÍA SERRALBA, Publicaciones, Ventana Cultural, Ventana solidaria Sin comentarios
Siempre hay que estar abierto a nuevas experiencias, pero a una urbanista como yo, que se mueve mejor sobre asfalto que sobre hierba, el participar en la jornada que a continuación os comentaré, fue toda una experiencia reveladora. Si queréis saber el motivo, seguid leyendo.
Domingo 8 de marzo. Día soleado, espectacular, aunque anduviera por caminos con nieve a ambos lados de la ladera. Maletero del coche repleto de maletas, manta, libros, quesos, dulces y un cesto de buenos deseos para el futuro, de parte de todos los amigos que había dejado atrás en este circuito, sin embargo, mi viaje todavía no había terminado.
Paloma, mi lazarillo de la Asociación de Mujeres por la Igualdad Tejiendo Cambios y otras personas pertenecientes a «Cesta Verde», un grupo que promueve todos los asuntos de la zona en cuanto a consumo responsable de alimentación ecológica, me arrastraron al que sería mi último acto en este magnífico viaje. «María, aquí lo aprovechamos todo», me decía una de ellas al preguntarle qué era lo que estaba contemplando. Ante mis ojos había un observatorio aprovechando la salida de una mina, ¡genial idea!, y tan solo acabábamos de empezar...
Para el que no lo sepa le pongo un poco en antecedentes. San Martí de Perapertú es una pedanía enclavada en uno de los parajes más salvajes y poco conocidos del Valle de Mudá, pues bien, allí precisamente existe el Centro de Turismo Rural, «Piedra Abierta», donde se lleva a cabo todo tipo de actividades relacionadas con y para la preservación del medio ambiente y, precisamente allí era donde iba a tener lugar el INTERCAMBIO DE SEMILLAS.
La foto de rigor con la nieve no podía faltar, aunque tan solo la hicimos unas pocas ya que el resto, había empezado a prepararlo todo para cuando llegasen los demás, mientras, se iban regalando matas de hierbas que yo, quitando el laurel que sí lo reconocí, por lo general suelo desechar de diario, sin embargo, para ellos todo tenía utilidad.
«Mirad, allí, sobre aquella montaña hay un montón de toros», les dije, pero al instante me rectificaron, que no eran toros, eran bisontes. ¡Vaya sorpresa!, bisontes en España, me dije. Según me informaron, lo de los bisontes fue una iniciativa del alcalde del pueblecito de Cebrián de Mudá, a la vista de que estos bellos animales estaban en peligro de extinguirse, así que desde entonces tienen bisontes polacos pastando en llanuras palentinas y parece que a estos les encanta... ¡jajaja!
Teníamos casi todo listo, cuando empezó a llegar la gente. Vehículos con las huellas en sus ruedas de fango de las pasadas e intensas nevadas, fueron el testimonio de que aquellas personas luchaban por su supervivencia día a día.
Del interior de estos bajaron perros y más perros, niños y más niños y, jóvenes y mayores, todos, con una expresión en sus caras de completa felicidad, como si fuesen a acudir a una fiesta de cumpleaños, y es que no era para menos, aquel era su día, todo un año esperándolo y gracias a la buena climatología (que habían traído los alicantinos....¡jajaja!), ¡al fin! podrían hacerlo al aire libre.
Era emocionante ver compartir entre ellos saludos, vivencias de las semanas pasadas tras estar algunas aldeas incomunicadas debido a las nieves. Aconsejar al compañero la mejor forma de solucionar su problema del tractor encallado, y un largo etcétera en el que yo, tan solo me limité a escuchar; recordad que yo venía del asfalto y aquello, era naturaleza pura.
Con semillas más que suficientes para compartir, se abrió la veda. Todo aquel que tenía semillas las exponía para que otros las viesen, las cogieran y se las metieran en los sobres con sus nombres. Solo se cogía lo que en verdad se iba a cultivar, digamos que era un intercambio consciente, y eso me encantó, ya que a la par que las cogían del compañero, le preguntaban a este, la manera más adecuada de plantarlas o cultivarlas.
Tanto me distraje con el tema que, como veréis, no salgo en ninguna de las fotos, por supuesto, por que soy yo la que las hizo, pero así y todo, también porque no quería perderme detalle. Me lo pasé genial captando tan peculiar instante de la vida de estas personas; ojalá se hiciese esto mismo en otros puntos de nuestra geografía.
Una tarea obligada, tras intercambiar semillas fue, el anotar en los sobres a quién habían pertenecido y de qué tipo se trataba para que luego, tras la germinación, no hubiese sorpresas, como le sucedió al «rey de las patatas», que en verdad no se llamaba así el buen hombre, pero no recuerdo cuál era, lo que sí recuerdo es, que estuvo haciéndonos una ponencia en toda regla de la mejora de la especie dependiendo de su forma de cultivo, etc., que había traído unas cuantas patatas para compartir de un hueco ecológico que tenía su hermana en Alemania —como vais, la cosa le venía de familia—, y que su hija, en el encuentro del año anterior, se había confundido, y en el sobre le había anotado: «remolacha». Cuando la plantó, con toda la ilusión del mundo, y aquello empezó a crecer, más bien eran lechugas, así que con cara de pena, mi amigo, «el rey de las patatas», nos confesó que se pasó todo el año sin cosecha de remolacha, con lo que le gustaban, desde entonces, a su hija no se le ha vuelto a pasar el poner bien el nombre, por miedo a las represalias de su señor padre... ¡jajaja!
Además del intercambio, tuvimos la oportunidad, ya en el interior, de disfrutar de las instalaciones de este centro, como veis, todas ellas acogedoras y acorde con el entorno. En una de las salas, la destinada a reuniones, fue donde se puso en común todas las vivencias y conocimientos de aquel año.
Cuando se consideró que ya se había compartido casi todo, llegó la hora del almuerzo. La camaradería y el buen ambiente reinó en todo momento, se notaba que aquella forma de vida había creado lazos muy fuertes entre los asistentes, como si se tratase de druidas de otras épocas.
Por mi parte, me llevé una planta preciosa de Aloe Vera y unas cuantas semillas para compartirlas con personas que tienen terrenos en mi zona; laurel super aromático para cocinar y un montón de información super interesante de esta forma de vida. Sí, tenéis razón, en este lugar todo fue SUPER... ¡jajaja!
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Circuito Literario por Aguilar de Campoo, Arco y Aroma
sábado, 21 de marzo de 2015
On 20:01:00 by María Serralba in Distribución, Historias urbanas, InfoBlog, PROYECTO MARÍA SERRALBA, Publicaciones, Ventana Cultural, Ventana solidaria Sin comentarios
Me acuerdo que cuando escribí LA ESTRELLA PÚRPURA, el primer volumen de la trilogía «El legado de Flavia Julia», todo el mundo me preguntaba: ¡Ah!, vaya María, una novela nueva y, ¿de qué va?, ¿es una más de romanos?; luego de leerla venían las sorpresas, ya que no era «una más de romanos». Pues bien, en mi siguiente visita también hubo sorpresas. Si queréis saberlas, mejor, seguid leyendo esta entrada.
En mitad de una planicie, de repente, nos topamos con esta extraña construcción. A simple vista parecía una nave, aunque algo te decía que lo que contenía o mejor dicho, preservaba, debía ser muy importante por la forma en que estaba cuidada, y así fue. En el interior de este gran espacio de armazón de hierro y cemento se encontraba nuestro siguiente objetivo, la VILLA ROMANA DE LA OLMEDA.
En 1968 el propietario del terreno se encontraba removiendo la tierra y se topó con un muro y de ahí, localizó unos pequeños trozos de piedra de colores. Cuando lo informó y fueron analizados resultó ser parte de la construcción de una villa romana datada a principios del s.II d. C., en época Flavia, de 4.400 mts. cuadrados de extensión con 1.450 mts. de superficie recubierta con preciosos mosaicos, todo una hallazgo arqueológico e histórico.
Nada más entrar me quedé con la boca abierta, ¡qué maravilla!, así que acto seguido saqué el folleto de mi novela y con él, me paseé por todas sus estancias; mi criaturita no podía pederse ni el más mínimo detalle de ese gran encuentro.
Con un sistema de dinamización muy acertado, pude seguir cada una de las partes de la villa y conocer para qué eran utilizadas, y un poco también de su historia, pero, si las demás eran espectaculares se quedaron en nada al llegar al salón principal, o también llamado «Oecus». Al ser la estancia donde se llevaban a cabo la gran mayoría de actividades propias del rango del señor, en ella se notaba que habían echado la casa por la ventana. El mosaico representaba una escena mitológica muy particular, «Aquiles en Skiros» y se le veía con indumentaria femenina haciéndose confundir con el resto de mujeres en el gineceo del palacio del rey Licomedes. Cenefas con los rostros de miembros de la familia y escenas de caza componían este magnífico mosaico de dimensiones espectaculares.
Sirva como apunte que, cada pieza de mosaico, es del tamaño de la uña de vuestro pulgar, más o menos, así que haceos una idea del trabajo tan grande que supuso en aquellos tiempos el completar todos esos metros y, además, hacer combinar correctamente la tonalidad de los colores de cada una de las piedras extraídas, de forma natural, de las canteras cercanas a la zona.
Con un sistema de dinamización muy acertado, pude seguir cada una de las partes de la villa y conocer para qué eran utilizadas, y un poco también de su historia, pero, si las demás eran espectaculares se quedaron en nada al llegar al salón principal, o también llamado «Oecus». Al ser la estancia donde se llevaban a cabo la gran mayoría de actividades propias del rango del señor, en ella se notaba que habían echado la casa por la ventana. El mosaico representaba una escena mitológica muy particular, «Aquiles en Skiros» y se le veía con indumentaria femenina haciéndose confundir con el resto de mujeres en el gineceo del palacio del rey Licomedes. Cenefas con los rostros de miembros de la familia y escenas de caza componían este magnífico mosaico de dimensiones espectaculares.
Sirva como apunte que, cada pieza de mosaico, es del tamaño de la uña de vuestro pulgar, más o menos, así que haceos una idea del trabajo tan grande que supuso en aquellos tiempos el completar todos esos metros y, además, hacer combinar correctamente la tonalidad de los colores de cada una de las piedras extraídas, de forma natural, de las canteras cercanas a la zona.
La construcción de los baños era digna de ver, con zonas de termas, asientos para hablar mientras remojaban sus piernas y escalones que descendían a donde, en otros tiempos, se suponía que debió existir una preciosa piscina de aguas cristalinas. Todo un referente de los spas que conocemos en la actualidad.
Otra de las curiosidades fue los conductos donde se canalizaba el agua caliente para que su vapor calentase los suelos de las estancias que tenía sobre ellos, un sistema que hoy en día todavía se pone en práctica, aunque el material calorífico sea otro.
Como antes de entrar me había dado tiempo a hablar con el recepcionista a cargo de la expedición de tickets, le comenté un poco acerca de mi novela, y, para mi sorpresa, cuando salí me recibió con una deslumbrante sonrisa y un: Bienvenida a su villa, ¡María Serralba!
Durante el tiempo que había durado mi recorrido el buen señor se había preocupado en conectarse a internet y estudiarme de pies a cabeza, así que al marcharme, le regalé como recompensa el folleto viajero de mi novela con mi autógrafo y por su parte, me llevé la promesa de que, a todo el que entrara a visitar el museo les diría, que si estaban interesados en saber algo «más de romanos», que leyeran mi novela; a eso, un buen amigo mío le llamaría «venta cruzada», yo, sin embargo le llamé anécdota de un viaje.
Marché de allí encantada y satisfecha al comprobar que lo que había descrito hacía algunos años en mi novela le transmitirían al lector la misma sensación que yo experimenté al verlo in situ.
Ya de regreso, y viendo que era mi último día en Aguilar de Campoo decidí acudir a un lugar del que ya había probado sus dulces, así que ahora me faltaba escuchar sus rezos, me refiero al MONASTERIO de SANTA CLARA, un lugar fundado en 1430 y ocupado desde el 1485 por la comunidad de las hermanas clarisas, dedicadas a la oración y a la repostería.
Para dar fé, nunca mejor dicho, entré en los albores de la Cristiandad asistiendo al último culto de la noche. A simple vista, aquella iglesia era como las demás, pero lo que la hacía diferente era, la forma de oficiar la misa del párroco. Situado justo detrás del altar que estaba ubicado en un lateral, en mitad de la bóveda de la capilla del s.XIII, y no en el centro, como solemos ver habitualmente en todas las iglesias, además puesto de manera trasversal, se colocó el sacerdote, mirando hacia el frente donde estaba situado el sagrario y entonces supe el porqué. El oficiante se hallaba entre dos hemisferios: el de su izquierda, repleto de bancos corridos donde se congregaba la plebe, es decir, nosotros, los feligreses y el de su derecha, y tras una ausenta reja de forja que delimita la zona dedicada a la clausura, donde se congregaba un grupo de monjas miembros de la comunidad religiosa. Como dice el refrán: «nunca te acostarás sin saber una cosa más»Ya de regreso, y viendo que era mi último día en Aguilar de Campoo decidí acudir a un lugar del que ya había probado sus dulces, así que ahora me faltaba escuchar sus rezos, me refiero al MONASTERIO de SANTA CLARA, un lugar fundado en 1430 y ocupado desde el 1485 por la comunidad de las hermanas clarisas, dedicadas a la oración y a la repostería.
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