DA TIEMPO AL AMOR "Novedad"

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martes, 21 de febrero de 2012

On 13:33:00 by MARÍA SERRALBA in    Sin comentarios

El Blog de María Serralba - Delirio de un artista
Don Quijote de la Mancha - M.Cervantes
Queridos amigos de este blog intercultural, hoy me gustaría mostraros una de mis joyas más preciadas.

Lo que me llevó a escribirla fue pensar, ¿qué sucedería si estos dos monstruos de la narrativa se hubiesen puesto en contacto en algún momento de sus vidas a través del espacio tiempo?

Con esa idea descabellada en mi cabeza, me puse manos a la obra y comencé a confeccionar, lo que sería un colérico monólogo del insigne Don Miguel de Cervantes Saavedra, en pleno arrebato de mal humor por ver que su contrincante, Don Arturo Pérez-Reverte, le estaba quitando protagonismo en el terreno profesional.

Cuando lo finalicé, creo que uno de mis personajes se metió tanto dentro de mí, que  me infundió el valor suficiente para atreverme a enviárselo a D. Arturo Pére-Reverte directamente a su correo personal. Confieso que no esperaba respuesta alguna sin embargo, ¡increíble!; al cabo de unos días, mi correo no solo fue respondido por su asistente, sino que además, estaba enriquecido por unas amables palabras de puño y letra de Don Arturo.

Mi objetivo había sido alcanzado con creces y sobre todo, mi ego de escritora, que por aquel entonces empezaba a despuntar, aunque he de confesaros que todo ello me dio igual, porque lo realmente importante para mí fue comprobar que, "los grandes" también gozaban de ese don de la bondad y de la benevolencia ante los que todavía estábamos en fase de gestación.

Gracias, Don Arturo, por su amabilidad y a usted, Don Miguel,  no se enoje tanto, ya que para todos, siempre es, y seguirá siendo, uno de los mayores referentes de la literatura española y mundial.



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El Blog de María Serralba - Delirio de un artista
DELIRIO DE UN ARTISTA
Cervantes Vs Pérez-Reverte
***
¡Pardiez, cáspitas y mil demonios lo abrumen hasta el mismísimo fondo de las marismas!

A vosotras me dirijo, ánimas de los moribundo, testigos silenciosos de mi turbación en esta noche de vela. No es tanto el soportar los dolorosos requiebros que me causa este cuerpo desvencijado, como el gran anhelo que desgarra mi interior y confunde mi intelecto, que no es otro que saber, que faz tiene ese valiente necio.

La complicidad de la noche ya dejada en el olvido, me hacía confidencias de enamorados cuando, entre letanías de borrachos de bodegones mugrientos y bendiciones donde me dispuse a ingerir brebajes de dudosa procedencia de los cuales hice debida cuenta, llegaban hasta mis cuellijuntos oídos, uno de los secretos más celosamente guardados: el existir de un varón de rango plebeyo, con paternidad Pérez y que aparejaba Reverte.

El hecho en sí de la existencia de otro "santo varón” sobre esta tierra extramuros, en sus comienzos no me causó ninguna turbación, ni un sin vivir aparente, más bien me permitió gozar de los parabienes de este terrenal paraíso, pero las lenguas pendencieras de frugales amistades, hurgaron más en la llaga de mi costal de penuria y deshonra, cuando gota a gota, derramaron su envenenado elixir en mi obnubilada mente.

"Dicen, que el infeliz es de rectilínea estatura -ni muy bajo, ni muy alto-, con los hombros situados en posición cardinal y con mirada escrutadora y perfil greco-romano". Estas y otras parecidas, fueron las asentadas que, como puñales, me fueron clavando a diestro y siniestro mientras con copa en mano, intentaba eludir mi profundo interés, cada vez mayor, por hallar el paradero del desconocido caballero. Pero permitidme que me centre en la villanía del intercepto para que así vuestras mercedes, puedan llegar a la mayor comprensión de mi tormento.

No contento con usurpar el legado de la Historia, ha osado también retarme a trazo con pluma y papel. Más allá de tener una comedida humildad hacia sus coetáneos, dicen las comadres, que el aludido se pavonea a mis espaldas de sus logros narrativos, empleándolos como el pendón nobiliario en lo alto del mástil de una fortaleza. Dicen que traza, con hábil destreza, escenas de luchas regias, lances entre caballeros por la disputa del amor de una doncella -como mi Dulcinea-, o malignas tramas palaciegas fraguadas entre las sombras y al amparo de nuestra impoluta Corte Española.

La lectura pausada de sus escritos, realizados todos ellos a vuela pluma de dudosa confección, ya que no emplea tintura para ello, ni apéndice cartilaginoso de ganso, como bien me han definido mis allegados; son magistrales, por ello, el simple hecho de pensar que yo, pueda valorarlos en tan alta estima solamente cuando me encuentro en mi cobarde clandestinidad, hace que se me tambaleen los cimientos de mi cordura.

¿Será valiente el bribón de gozar de éxito sin parangón, mientras en mi buhardilla de condenado por los hielos invernales, me quebrando el espinado en desarrollar con jocosa desenvoltura mi personaje magistral de El Quijote?

¡Ay! Quijote, mi estimado y alocado caballero de la triste figura y más triste porte, debes disculpar mi abandono a tu persona, pero ensimismado me encuentro en desvelar este entuerto que me ofrece la necedad. No temáis por mi buen juicio, el cual confío retorne en breve, pero hasta que ello llegue, permitidme pues a su merced, que le haga acompañar por su dócil y sumiso escudero Sancho, astuto donde los haya, pero intrincado en pensamiento, como el tembloroso pollino que hace tambalear con su desproporcionado peso en los caminos polvorientos y repletos de gigantes arremolinados de nuestra castiza España.

¡Pardiéz, cáspitas y mil demonios lo abrumen a ese insensato de Pérez!

Con que dicha sin parangón, lanzaría a los cuatro vientos estas mismas palabras, si por ello, no fueran consideradas sacrilegio. Pero juzguen ustedes mismos, mis honorables señores, si no es digno de condena el cometer dicha acción ante un varón de mi talla.

¡Que la mismísima Santa se lo lleve a mazmorras de otro mundo y lo deje en el olvido después de su Inquisición!

Pero..., ¿cómo soy tan osado de pensar que, el citado condenado, pueda tener esa clase de fortuna? ¿Estaré siendo arrastrado a cometer pecado?

Tan cierto como que veo mi callosidad en el dedo grueso de mi pié izquierdo, les puedo asegurar que, lo que ese Pérez-Reverte tiene, sin temor a estar herrado, es a todo el mundo metido en sus alforjas y éstas, repletas hasta los costurones, de doblones de la Corona mientras yo, sigo aquí, respirando entre penurias y hambrunas, con harapienta aunque digna vestimenta de varón de reconocidos pensamientos, aunque menos hábiles acciones, pero a pesar de todo íntegro e impoluto, como la cabalgada de hormigas que configuran la regia perilla de mi barba.
A vuestras mercedes confieso, que mis días se amotinan como marinos en una barcaza en zozobra y que para su bien, el villano no se ha dejado ver en todo este tiempo y eso que lo he buscado hasta en lugares donde el varón pierde su honra, pero nada, como si se lo hubiese tragado la misma tierra, hecho que en parte celebro, ya que de ser visto con sus zanquilargos andares pisando el polvo de mis caminos, mis manos precederían a mis impulsos más insospechados y ¡Dios me perdone!, pero no daría fe de contenerme hasta llevar a cabo una vil fechoría.

Cada cuento, cada historia suya, es como un reflejo de las mías, a pesar de que en ellas se denote un gran conocimiento de mis gentes y mis vivencias. Si lo tuviese ante mí, le diría: “Preste atención su merced a este hombre, que sin refajos ni entorchados y a pesar de no ser dueño de acero templado, ni blasón donde mi honrosa labor sea hondeada en la misma dirección que lo hiciera la rosa de los vientos, sí que poseo mi pluma afilada y mi tilde poco benévola como arma, y como escudo, la experiencia que hace el andar por estos maltrechos caminos de nuestra castiza tierra, con las plantas de mis pies descalzas del estupor de ser testigo de lances malparados y esquivos encuentros con aquellos que, sin previo aviso, acuden a mí a ponerme antes de tiempo la mortaja.

Pero  ¿qué digo? Hay que ver, por un instante me había sentido ya derrotado por él en mis sueños, olvidando mi inicial juramento de que: “mientras no halle al saqueador, no cesaré en mi misión, aunque la vida me vaya en tal empeño”.

Dice llamarse Pérez-Reverte y tener raíces históricas, al igual que un caballero de cruzadas o de maltrechas aventuras. También dice ser conocedor de países, continentes y rutas prohibidas. No se doblega ante nada, ni ante este servidor que recibe sus agravios con estupor, a pesar de ser un viejo hidalgo. Que cruel altanería la suya al describir mis escenarios de la cotidiana vida, como si fueran propios. La osadía de imitar mis escritos con burda sabiduría de zagal en años tempranos debería tener pena capital, ya quedó dicho.

¡Villano!, ¡usurpador!, ¡rufián de la prosa narrativa!

Ojala quiera el destino, que tu camino y el mío se crucen algún otro día, así notará sobre su faz la caricia áspera de mi guante y nuestro duelo será sin tregua, a muerte, como los de Honor y Gloria. Si dice ser caballero de intachable conducta, requiebre pues su corcel a otros fueros, porqué esta España ya tiene dueño. Aquí me gestó mi madre, aquí solo hay un Dios verdadero y ese soy yo: Cervantes, y aunque sea afortunado por tener entre su servidumbre al mismísimo Clero, ándese con cautela pendenciero, porque el que rubrica ésta, no es ningún Santo a pesar de nombrarse Miguel. He dicho.

El Blog de María Serralba - Delirio de un artista
Rúbrica de D. Miguel de Cervantes y Saavedra


Autora: © María Serralba

Nota: La totalidad del escrito está protegido por la Ley de Propiedad Intelectual, se ruega en caso de reproducción, total o parcial, se haga constar a la autoría del mismo. Gracias

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