DA TIEMPO AL AMOR "Novedad"

DA TIEMPO AL AMOR  "Novedad"
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martes, 20 de diciembre de 2011

On 14:45:00 by MARÍA SERRALBA in    Sin comentarios
Quién no se ha encontrado alguna vez con una viejita de esas que permanecen sentadas en el portón de sus casas, horas y horas, observando al viandante y dejando que la vida se les escape con cada temblor de sus cabezas o repiquetéo de sus dedos.

Esta poesía está dedicada a una de ellas, la misma que en otros tiempos fue una persona joven con ilusiones y esperanzas como tú o como yo.

*LA VIEJITA DEL PORTÓN*

Le llamaban la ancianita, la viejita del portón,
todo el mundo la miraba cargados de crispación.

Contaba pues la leyenda que un buen día se encerró,
tras los muros de su casa después de su comunión,
que los niños la invitaban a salir de esa prisión,
que sus padres no querían, que debía vocación,
a los santos y a las santas que había en su habitación.
Ese día, aun pequeña, su padre la castigó,
a no pensar en los hombres ya que era perversión,
y de la mano despacio en su cuarto la encerró,
para que nunca sus ojos tuvieran tal tentación,
de pecar con un pecado al cual llamaban AMOR.

La ancianita cuando joven, la viejita del portón,
se la oía sollozar noche si y noche no,
suplicaba a sus padres, cuando al instante cayó,
achacada de temblores con fiebres y mal color.

Sus padres muy asustados llamaron a un mal doctor,
que le recetó unas friegas para bajar la hinchazón:
"Su hija no tiene nada, solo es un atracón,
de amores de madrugada e insolaciones del sol".

A la viejita dejaron vivir en su reclusión,
con un niño entre sus brazos fruto del cruel desamor,
de un moreno con perilla que una noche a su balcón,
se encaramó preocupado de los llantos sin control,
de una muchacha con trenzas bañadas de luz del sol.

La ancianita ya de adulta, la viejita del portón,
con los ojos entornados soñaba ser ruiseñor,
y volar entre tejados para alcanzar un halcón,
mientras sus pequeñas manos se aferraban con fervor,
a un viejo y bello rosario de pipas de girasol,
el que le diera su madre el día que falleció.

La viejita ya de anciana, la viejita del portón,
no tiene ya primaveras para borrar su dolor,
a través de los barrotes de su triste habitación,
cuenta noches y mañanas para reunirse con Dios,
el mismo que una mañana a su padre lo cegó,
creyendo que ella sería el fruto de su deshonor.
María Serralba

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