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sábado, 27 de abril de 2013
Queridos amigos de mi blog y asiduos contertulios internautas, hoy es un día importante para mi, y como tal, quiero compartirlo con todos vosotros, pero antes permitid que os refresque la memoria de cómo se fraguó el hecho que estamos celebrando.
El año pasado escribía un post con el título ESTOY INSPIRADA, os invito a que lo leáis.
Pues bien, en él se comentaba la puesta en marcha de una iniciativa por parte de un grupo de poetas de todo el mundo cuya finalidad consistía, en recopilar versos con temática relacionada al renombrado poeta español MIGUEL HERNÁNDEZ, pues bien, después de mucho esfuerzo, al fin, se ha conseguido completar dicho recopilatorio y para mi sorpresa, mis dos poemas han sido incluídos en él. Me siento feliz de haber contribuido en este proyecto mundial y además, de haber aportado mi granito de arena para que el género de la poesía y el de un artista de mi país, retome mayor reconocimiento si cabe.

Ya se han iniciado las gestiones para las exposiciones en Chile, EEUU, Perú y México, aunque ahora os lo ofrezco en formato virtual para todo el mundo. En LIBROVIRTUAL, podéis descargarlo o imprimirlo gratuitamente, aunque tan solo es una maqueta, pero en breve estará el poemario definitivo y en un futuro próximo saldrá impreso.
Mis poemas, "Entre trincheras (Carta de Miguel a Josefina)" y "Las cenizas del olvido", los encontraréis en las páginas 245-246-247 del libro virtual, confío que os gusten.
sábado, 6 de abril de 2013
On 18:15:00 by MARÍA SERRALBA in LA TRASTIENDA 2 comentarios
No, amigos, no me he confundido, efectivamente pone "el" primavera y, es que hay muchos hombres que caen incautos ante las garras de las mujeres bellas y ladinas, sin ir muy lejos tenemos una muestra de ello en nuestro renombrado Don Quijote y su Dulcinea, esta última, una muchacha de posada que, a los ojos del hidalgo caballero, asemejaba a una princesa, pues bien, aquí os dejo una breve escena que, bien podría ser uno de esos pasajes del caballero de la triste figura y su bella damisela.
DONCELLA EL PRIMAVERA
¿Por qué he de esperar a ser flor, mi apuesto y bello galán, si sabes que estoy genial para calmar hoy tu ardor?
Me dijiste sonrojada con la falda arremangada esperando mi respuesta. Pobre niña desvalida, inocente y puritana. Debería estar prohibido, el dejar que estas muchas se escapasen tan tempranas de los hospicios divinos.
Yo sabía que te amaba, pero no encontré el valor de decírtelo a la cara; las muchachas como tú de dudosa procedencia, eran piezas suculentas para un hombre como yo, pero, yo, quise algo más que me hiciese suspirar al oler las margaritas, o, las lavandas en flor, o, al correr y retozar por un jardín de mimosas, o, al coger un tulipán, o, incluso, una petunia e inhalar su dulce olor.
¿Por qué no he de ser tuya hoy?, mi apuesto y bello Don Juan.
Me volviste a insistir, desplazando con tus dedos las briznas de hierba fresca, que tu mirada altanera observaba en torno a mí.
Tu arrebato de pasión me dejó anonadado, no en vano, me hice el despistado, y tomándote del brazo te llevé, cauto y celoso, por la vereda del bosque hasta llegar al arroyo.
¿Es que acaso no me amas? Mi príncipe de las delicias, mi sultán, mi ángel guardián, que tan solo me regalas bombones y empanadillas? Y brillantes y sortijas, ¿a caso no hay en tu pueblo, que vengan bien a mi dedo? Eso..., me llenaría de dicha.
Me volviste a insistir con tu cara cenicienta reflejada en el tapiz de unas flores que, aunque abiertas, ofrecían sus colores a mis pupilas sedientas.
Oye, no sé lo que pasa –dijiste sin titubeos-. Si no es eso, ¿qué sucede?, ¿acaso crees que mi aspecto de muchacha virginal puede ser impedimento para gozar del momento o bien, recibir el parné por el tiempo que dejé de ganar, hoy, el sustento atendiendo a tus caprichos?
No es eso, mi bella dama –le respondí boquiabierto-, pero creo que tus ansias son propias de las doncellas que, al llegar la primavera, su sangre sienten hervir, por no decir sus portentos. Yo te amo y te respeto, y por tanto esperaré a que, llegado el momento, pueda consultar si existen, uno o dos impedimentos, para pedirle a tu padre, o, al mismo carcelero, tu mano ante el altar y así, ser, yo, el primero.
Deja ya de tanto cuento, y hazme tuya, mi señor, ¿el primero?, ¡Santo Dios!, eso, ya, ni lo recuerdo. Al fin tendrán la razón los que dicen por ahí, que eres un primavera y, que crees tu propia historia, la del viejo solterón en busca de una doncella que le prometa su amor. Yo no soy esa doncella, así que dame el dinero de las tres horas de hoy, que tengo que regresar a la fonda del patrón y anda pues con viento fresto.
©María Serralba
martes, 12 de marzo de 2013
La vida es como un inmenso rompecabezas.
Desde que nacemos vamos construyendo nuestro mundo pieza a pieza. Las primeras nos las dan nuestros padres, estas son como las esquinas del inmenso puzzle, las bases sobre las que trabajar. Creciendo, vamos recolectando nuevas piezas con nuestro propio esfuerzo, con nuestras experiencias. Aunque a veces las cosas no nos salen como las deseamos, y las piezas no encajan donde o cuando creemos, las rectificaciones poco a poco van haciendo que el rompecabezas de la vida se vaya completando.
Más tarde, a veces antes de lo que esperas, en mi experiencia mucho después, cuando sientes que ya está casi completo tu rompecabezas vital, te encuentras con ese "casi"... A pesar de tener tantas piezas, al mirarlo ves que todavía le falta una. Una, además, que has quitado porque no encajaba, a pesar de que consumiste más de la mitad de tu vida en el error de que era la adecuada, hasta que te das cuenta de que no era de ese puzzle. Habías gastado tu tiempo y energía en el más inmenso fracaso. El rompecabezas de tu vida seguía sin estar completo, cuando probablemente habías consumido más de la mitad de tu tiempo para resolverlo.
... Y entonces la encuentras. La última pieza que te faltaba. Entra en tu vida sin avisar, y de repente te das cuenta de que el rompecabezas ya está completo. Todo tiene su lugar. Todo tiene su sentido. La última pieza hace destacar líneas que no sabías que estaban ahí, colores e imágenes que sin ella no se podían ver. El rompecabezas está completo, y ante ti descubres el porqué de tu vida, la importancia de esa pieza central y clave de tu rompecabezas que le da sentido a todo. Las líneas son tan perfectas como el perfil de sus labios; los colores nítidos, brillantes, destacan sus ojos; las uniones con las piezas de su alrededor son tan exactas que aparecen como una radiante sonrisa; el conjunto irradia tal armonía como el tacto de su piel y la textura de su cabello; de repente descubres que hasta tiene el aroma de una fragancia, el sabor de lo más exquisito, y el sonido de su voz tal armonía, que jamás pensaras escuchar tan dulce melodía.
Has tardado medio siglo, pero has encontrado la piedra angular de tu existencia, la pieza clave de tu rompecabezas, que hace que todo él se mantenga firme, completo y con coherencia solo por esa pieza: el amor.
Pero imagínate que, de repente, apenas cuatro años después de encontrar la plenitud de tu vida, gracias a esa pieza única y vital, sombras de un pasado de errores de tu puzzle sacuden tu rompecabezas, y la presión hace que salte y vuelvas a perder esa última pieza. Ya no está, y tú te sientes como si te hubieran arrancado el corazón. Los colores palidecen, se hacen grises y tristes; las imágenes se desvanecen en una añoranza insoportable; las líneas se quiebran en un dolor que te alcanza el alma; el silencio te crea la desolación de la más absoluta soledad; la calidez de la cercanía se convierte en la frialdad del abandono. Aunque recuerdas cómo se veía el rompecabezas cuando era completo, ya no es lo mismo, no lo ves, no lo oyes, no lo hueles, no lo saboreas, no puedes acariciar su textura. Es sólo un recuerdo, una sombra que temes que con el tiempo cubra las partes más vitales y vitalistas de un rompecabezas perfecto.
Ahora se te hace imposible acostumbrarte a que tu rompecabezas no está completo. Sabes que es inútil buscar otra pieza que cuadre para llenar ese vacío, porque la que has perdido es única e irrepetible. No encajaría ninguna, esa era insustituible. Sientes su ausencia cada día más y te invade un miedo atroz de saber que, o la vuelves a encontrar, o jamás volverás a tener el rompecabezas completo. Quedará ese agujero por el que la vida se te va escapando a pasos agigantados. Nada puede parar esa hemorragia de vida que brota a borbotones por el hueco de la pieza perdida... Y te preguntas cómo sobrevivir a este desangramiento, si tus sentidos empiezan a fallar, si tu cerebro cada vez está más disperso, si te descubres que te está faltando la respiración y tienes que tomar una bocanada urgente de aire, o el corazón bombea en vacío y te golpea el pecho dolorosa e improductivamente.
Hasta ahora, eres consciente de que solo la esperanza consigue a duras penas mantener unidas las piezas restantes del rompecabezas de tu vida, pero lo sientes cada vez más inestable, cada vez tienes que ir ajustando más y más piezas para evitar que se convierta en un maremagnum de sinsentidos, y esa vida que habías sentido plena, se desmorone como un castillo de naipes.
Y te das cuenta de que, si aunque solo fuera de vez en cuando, pudieras tener la pieza a la vista; si solo de vez en cuando pudieras rozarla con las yemas de los dedos; si solo pudieras alcanzar a escuchar su melodía, aspirar su fragancia, alumbrarte con su luz, sentir su calidez... aunque fuera de largo en largo... mantendrías al menos el firme recuerdo de lo que una vez fue una vida feliz, plena, armónica y real. De lo que una vez fue el rompecabezas completo de tu vida.
Pero la angustia puja contra esa esperanza conforme pasan los días, y no consigues siquiera saber si la pieza sigue intacta, y si así alguna vez podrá encajar de nuevo en el centro de tu rompecabezas.
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miércoles, 20 de febrero de 2013
On 19:13:00 by MARÍA SERRALBA in LA TRASTIENDA Sin comentarios
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UN PASEO BAJO LA LLUVIA ©María Serralba |
Sabías que mis pasos, a tres leguas de los tuyos,
se movían torpes y alegres, con inquietud y con brío,
con ganas de ver la luz de cada rincón perdido
mientras sentía trotar mi corazón a tu ritmo.
Me cogías de la mano y guiabas mi mirada con tu dedo encallecido,
haciéndome repetir en formato de canción,
los rótulos de las tiendas que ofrecían sus palabras,
a mi abecedario precoz, de las cuatro consonantes y una vocal sin razón.
Las ramas de las mimosas nos azotaban el rostro,
y con pisadas airosas, hacías crujir las hojas que caían a nuestros pies,
y me dabas la merienda, recogiendo las migajas de mi blando y blanco pan,
que dabas a las palomas que acudían sin tardar.
Que bellas eran las tardes en los parques de este barrio,
cuando empezaba a lloviznar,
y cogida de tu mano intentaba chapotear en algún que otro charco mientras tú, me contemplabas desde lo alto, con tu boca sonriente y un rostro de muchos años.
Las tardes bajo la lluvia son ese bello recuerdo que nunca quise olvidar,
ahora las paso sola, deambulo por la ciudad y cuando sé que no me miran,
intento rememorar mis chapoteos contigo antes de merendar,
confiando que las gota me limpien este pesar.
©María Serralba
©María Serralba
domingo, 17 de febrero de 2013
On 15:32:00 by MARÍA SERRALBA in LA TRASTIENDA Sin comentarios
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VIDAS SEPARADAS - María Serralba |
De la noche a la mañana y con toque magistral,
me dijiste: "Musaraña, lo mejor será olvidar".
Y con paso decidido, cada uno por su lado,
retomamos el camino que el destino había trazado.
Sorprendiendo a todo el mundo por tu cambio repentino,
con pisada temerosa te lanzaste hacia el vacío,
dejando atrás los cimientos de los amores dormidos.
Mi caso fue diferente; manteniendo intacto el mío,
procuré soñar despierta, aferrando con ahínco
los recuerdos de un pasado que sepultaran mi hastío.
En este sendero incierto, en su unión, y en cada giro,
esperaba tu regreso como madre añora al hijo,
creyendo que nuestras vidas fundidas por el destino,
volverían a encontrarse al final de este camino.
Si la noche nos unió y el día nos dio cobijo,
por qué no ser optimistas y pensar en positivo,
y hacer que el sol y la luna de nuevo nos vea unidos,
en este mundo de ensueño que nosotros construimos.
©María Serralba
jueves, 14 de febrero de 2013
On 12:43:00 by MARÍA SERRALBA in LA TRASTIENDA 2 comentarios
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UN ENCARGO POR AMOR - María Serralba Premiado con Accesit en el II Certamen Poético Núme Comunidad Valenciana 2012 |
Me pediste que te hiciera un poema con mis besos,
y con sangre de mis venas te escribiera mis anhelos, así pues,cerré mis ojos a este mundo traicionero, e invitando al pensamiento,
recordé, el brillar de tu mirada,
el fruncir de tu entrecejo y esa risa rectilínea que deshacía mis huesos.
El aroma del perfume tras rozarse nuestros cuerpos me invitó, cual navegante,
a surcar con mi velero el contorno de tu boca,
y descender por tu cuello,
y llegarte al corazón,
y a ese extraño mecanismo cuyo sueño reprimido a ambos nos animaba a luchar contra el destino.
Me envolviste en tus caricias,
en tu piel,
y entre tu pelo ensortijé mi sonrisa para decirte un “te quiero”,
con mirada soñadora,
con labios de terciopelo,
con temor por ser mujer,
me presté a tus deseos sin medir las consecuencias,
sin tener en cuenta el fuego que el ardor de tus caricias produciría en mi cuerpo.
Y guiada por mis dedos, dibujé con la ilusión el contorno de tu cuerpo,
y todas nuestras palabras las fundí en mil sonetos para darles un vocablo que pareciese sincero,
borrando así del entorno, lo banal, lo traicionero que tan solo emponzoñaba este estado tan etéreo.
Me pediste que te hiciera un poema con mis besos,
y con sangre de mis venas te escribiera mis anhelos, así pues,
abrí mi alma a este nuevo sentimiento que anida en mi corazón,
y olvidando mis complejos, te mostré tal como soy,
humana, débil, queriendo vivir contigo este amor tan verdadero que inunda mi amanecer de un gemido placentero.
Y anhelando cada hora que estaba sin respirar el aliento de tu boca,
las fundí con oro fino en un precioso collar,
con perlas grandes y hermosas de belleza sin igual,
para luego desgranarlas, una a una, en soledad,
y esparcirlas por mi almohada, y así volverte a soñar,
y sentirme enamorada y olvidar mi soledad.
Cuando sentí tu mirada posarse tierna y ufana en el canal de mi espalda,
se disipó con tu voz el atisbo de pudor que todavía quedaba en mi sonrisa de niña,
y cruel, lo hiciste volar, presto, veloz, sin tardanza,
a encontrar en tus caricias el sustento que anhelaba,
cicatrizando mi herida de rencor por tu tardanza.
Al murmurarme en silencio promesa encadenadas que nuestro amor era eterno,
se concentró en mi garganta un nudo que estranguló toda sospecha creada de que tú,
ya no eras mío y que yo,
ya no llenaba esa parte de tu vida que dijiste que añorabas.
Me pediste que te hiciera un poema con mis besos,
y con sangre de mis venas te escribiera mis anhelos, así pues,
tras unas frases rimadas con cariño y mucho esmero,
te escribo con mil palabras, lo que pedias ayer,
un encargo por amor,
en tercetos y en cuartetos y con rimas sincopadas con palabras de mujer que me salen de muy dentro.
©María Serralba
en tu piel,
y entre tu pelo ensortijé mi sonrisa para decirte un “te quiero”,
con mirada soñadora,
con labios de terciopelo,
con temor por ser mujer,
me presté a tus deseos sin medir las consecuencias,
sin tener en cuenta el fuego que el ardor de tus caricias produciría en mi cuerpo.
Y guiada por mis dedos, dibujé con la ilusión el contorno de tu cuerpo,
y todas nuestras palabras las fundí en mil sonetos para darles un vocablo que pareciese sincero,
borrando así del entorno, lo banal, lo traicionero que tan solo emponzoñaba este estado tan etéreo.
Me pediste que te hiciera un poema con mis besos,
y con sangre de mis venas te escribiera mis anhelos, así pues,
abrí mi alma a este nuevo sentimiento que anida en mi corazón,
y olvidando mis complejos, te mostré tal como soy,
humana, débil, queriendo vivir contigo este amor tan verdadero que inunda mi amanecer de un gemido placentero.
Y anhelando cada hora que estaba sin respirar el aliento de tu boca,
las fundí con oro fino en un precioso collar,
con perlas grandes y hermosas de belleza sin igual,
para luego desgranarlas, una a una, en soledad,
y esparcirlas por mi almohada, y así volverte a soñar,
y sentirme enamorada y olvidar mi soledad.
Cuando sentí tu mirada posarse tierna y ufana en el canal de mi espalda,
se disipó con tu voz el atisbo de pudor que todavía quedaba en mi sonrisa de niña,
y cruel, lo hiciste volar, presto, veloz, sin tardanza,
a encontrar en tus caricias el sustento que anhelaba,
cicatrizando mi herida de rencor por tu tardanza.
Al murmurarme en silencio promesa encadenadas que nuestro amor era eterno,
se concentró en mi garganta un nudo que estranguló toda sospecha creada de que tú,
ya no eras mío y que yo,
ya no llenaba esa parte de tu vida que dijiste que añorabas.
Me pediste que te hiciera un poema con mis besos,
y con sangre de mis venas te escribiera mis anhelos, así pues,
tras unas frases rimadas con cariño y mucho esmero,
te escribo con mil palabras, lo que pedias ayer,
un encargo por amor,
en tercetos y en cuartetos y con rimas sincopadas con palabras de mujer que me salen de muy dentro.
©María Serralba
martes, 12 de febrero de 2013
On 10:51:00 by MARÍA SERRALBA in LA TRASTIENDA Sin comentarios
la puerta dejo entreabierta, ésta, apenas chirría,
¿será de tanto cruzarla por las noches de puntillas para acceder sigilosa al interior de la misma?
Llevo el pelo alborotado tras pasar toda la noche despierta por la vigilia,
y dejando todo listo, me sorprendió el nuevo día,
al perfumar con esencias de lavanda tus caricias,y apagar las cien mil velas que mantenía encendidas.
Con la crecida del sol y al iniciarse la brisa,
entraste sin decir nada, como un truhán que reclama el suelo por donde pisa,
y dejaste deslizar en mi piel tu fiel sonrisa, como un abrigo de pieles,
abrazándome sin prisas hasta cortarme el aliento que casi me mantenía.
entraste sin decir nada, como un truhán que reclama el suelo por donde pisa,
y dejaste deslizar en mi piel tu fiel sonrisa, como un abrigo de pieles,
abrazándome sin prisas hasta cortarme el aliento que casi me mantenía.
Nos sentamos muy juntitos y repasamos sin prisas el último de los versos que me enviaste un día,
con rimas desaguisadas y pareos de alegría,
en silencio, en la penumbra de la trastienda perdida,
tu mano rozó mi mano, y las dos, nuestras rodillas.
con rimas desaguisadas y pareos de alegría,
en silencio, en la penumbra de la trastienda perdida,
tu mano rozó mi mano, y las dos, nuestras rodillas.
“Que este, es tuyo, cariño”,
“y este, es tuyo, mi vida”,
¿o fui yo, más bien, la autora de tanta letras perdida?
“y este, es tuyo, mi vida”,
¿o fui yo, más bien, la autora de tanta letras perdida?
Y pasamos los minutos descifrando con sonrisas cual de aquellos bellos versos a los dos pertenecía.
No sé lo que tú pensabas, pero yo,
solo quería que dejases la vergüenza y cruzaras a mi línea.
No sé lo que tú pensabas, pero yo,
solo quería que dejases la vergüenza y cruzaras a mi línea.
Al abrigo de la noche tu piel con la mía ardía,
tan solo por releer palabras comprometidas,
cargadas de sentimientos y sensual alegoría.
tan solo por releer palabras comprometidas,
cargadas de sentimientos y sensual alegoría.
Mientras yo leía atenta los pasajes de esa “biblia”,
pasabas lento los dedos por aquella estantería mientras que, con la otra mano,
mi cintura recorrías jugueteando con ella con la mirada perdida.
pasabas lento los dedos por aquella estantería mientras que, con la otra mano,
mi cintura recorrías jugueteando con ella con la mirada perdida.
Mis ojos buscan los tuyos, tu boca, encuentra la mía,
un libro cae de mis manos sobre las baldosas frías,
apenas se ve la luz que por una ventanilla está intentando espiar a dos chicos que suspiran,
y un sonido acompasado de crujir de tela fina,
arropa a los dos amantes en aquella estantería.
un libro cae de mis manos sobre las baldosas frías,
apenas se ve la luz que por una ventanilla está intentando espiar a dos chicos que suspiran,
y un sonido acompasado de crujir de tela fina,
arropa a los dos amantes en aquella estantería.
El tiempo se ha detenido,
ya no hay noche, ni hay día,
tan solo se ve las sombras de unas siluetas dormidas con los cuerpos recubiertos de rocío de alegría.
tan solo se ve las sombras de unas siluetas dormidas con los cuerpos recubiertos de rocío de alegría.
De nuevo llega la luz a través de las astillas,
repletas de telaraña, de perlas, y muselinas.
repletas de telaraña, de perlas, y muselinas.
Los cuerpos de dos muchachos al despertarse se miran,
él, no es el recio Zeus,
ni ella, la dulce Afrodita,
pero están enamorados, y enlazadas ya sus vidas olvidaron el pasado y el porqué de sus desdichas al compartir sentimientos en la perdida buhardilla.
ni ella, la dulce Afrodita,
pero están enamorados, y enlazadas ya sus vidas olvidaron el pasado y el porqué de sus desdichas al compartir sentimientos en la perdida buhardilla.
©María Serralba
jueves, 7 de febrero de 2013
On 16:39:00 by MARÍA SERRALBA in LA TRASTIENDA Sin comentarios
Permitidme hoy día 7 de febrero, que dedique mis letras a la persona que me dio la vida, a mi madre.

<Ella quiso que cada vez que viéramos un almendro en flor, supiésemos que pensaba con nosotros y nos ayudaba desde los cielos>.
UN ALMENDRO EN FLOR
Hoy he vuelto a aquel sendero, ¿recuerdas madre?, el camino secundario que recorría todas las mañanas cuando volvía de verte. El mismo que llegó a formar parte de mi rutina diaria durante aquel soleado mes de Febrero.
Y sabes..., te sorprendería ver que todo sigue como entonces, polvoriento y abandonado de la mano del hombre. Con sus baches, sus malezas que serpentean como reptiles entre el asfalto y sus curvas sinuosas; aquellas malditas curvas que con el despuntar del sol me hacían adivinar, más que vislumbrar, la continuidad del camino a través de mis gafas de lentes empañadas de lágrimas.
Hoy, catorce años después, he vuelto a aquel atajo, con la única compañía de mi silencio, de tu vacío y de mis recuerdos. Sin prisas por volver a verte, sin ansiedad por no hacerlo y de nuevo lo he visto, allí estaba madre, todavía sigue en pie nuestro almendro, el que día tras día se iba cubriendo de flores mientras tú, a poquitos te ibas durmiendo. Todavía sigue allí madre, fuerte, recio, ajeno a toda la polución de las fábricas que lo rodean y del polvo blanco del cemento.
Él, como nosotros, también ha visto pasar el tiempo. También vive en el recuerdo cuando en su entorno, le inundaban los sarmientos, las amapolas cimbreantes y los caracoles dormidos. Él también echa de menos tantas cosas que no llora aquel momento; el sol árido y el viento no le permiten hacerlo. Él sólo vive en un sueño, donde ve niños pequeños cogidos de las manos rodeando su tierno tronco, mientras con gritos y algarabía lanzan canciones al cielo.
Hoy catorce años hace de ello y todavía me quiebro en congojo y desconcierto cuando mis ojos, al pasar, vuelven a ver nuestro almendro.
¿Cuántos más de ellos tendré que ver?, madre.
¿Cuántos más de ellos tendré que ver?, madre.
Ojalá consiga al fin, que este constante sufrir que no me deja vivir y me desgarra por dentro, quede allí, bajo el almendro, atrapado en sus raices y llorando mi tormento mientras tú, con tu mirada, iluminas por entero el camino secundario que recorrí en Febrero.
©María Serralba
domingo, 3 de febrero de 2013
On 17:10:00 by MARÍA SERRALBA in LA TRASTIENDA Sin comentarios
Con promesas en cartas impregnadas de olor de alcohol y naftalina,
me escribiste con tu pulso de hombre cruel,
prometiendo que sería tu mujer y por siempre, que estaría protegida.
Nos casamos en mi pueblo, y a la boda,
invitamos a tu hermano y a mi prima,
dos testigos ajenos que verían que en mi caso,
me temblaba hasta los pies y en el tuyo, brevemente sonreías.
A una hora de un triste amanecer,
me puse mi vestido de papel y unos guantes color de mantequilla,
escondiendo, así, el anillo de oropel de la vista de la gente que sin fe
se agolpaba a la entrada de la ermita.
“Yo seré tu protector, pequeña mía,
junto a mí verás un nuevo amanecer,
no habrá ya, a nadie a quien temer,
ni nada que desvele tu sueño de mujer,
tan solo, mis besos y caricias”.
Creyendo que contigo mi futuro estaría repleto de delicias,
apretándome a tu brazo me marche,
de aquel pueblo que habitaba desde niña,
dejando tras de mí el triste invierno y recuerdos de muchacha desvalida.
Con la noche descubrí que, en tu ciudad,
un Madrid repleto de malicia,
andrajosos en rincones vomitaban y chiquillas exhibían con lascivia,
sus divinos atributos de mujer al Don Juan que dinero les ofrecía.
¿Dónde estaba escondido ese Retiro,
con sus lagos y paseos florecidos,
o sus bancos, repletos de mimosas que escondía los besos arrebatados a miles de jóvenes fogosas?
¿Dónde estaban, cariño mío, las imágenes tan bellas de postal que enviabas con tus cartas de escritura somnolienta,
esa luz de un crepúsculo ocular que embebía mis ansias de volar y ceñía mi mundo a tu grandeza?
“Yo seré tu protector, pequeña mía,
junto a mí verás un nuevo amanecer,
no habrá ya, a nadie a quien temer,
ni nada que desvele tu sueño de mujer,
tan solo, mis besos y caricias”.
©María Serralba
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EL PROTECTOR ©María Serralba |
me escribiste con tu pulso de hombre cruel,
prometiendo que sería tu mujer y por siempre, que estaría protegida.
Nos casamos en mi pueblo, y a la boda,
invitamos a tu hermano y a mi prima,
dos testigos ajenos que verían que en mi caso,
me temblaba hasta los pies y en el tuyo, brevemente sonreías.
A una hora de un triste amanecer,
me puse mi vestido de papel y unos guantes color de mantequilla,
escondiendo, así, el anillo de oropel de la vista de la gente que sin fe
se agolpaba a la entrada de la ermita.
“Yo seré tu protector, pequeña mía,
junto a mí verás un nuevo amanecer,
no habrá ya, a nadie a quien temer,
ni nada que desvele tu sueño de mujer,
tan solo, mis besos y caricias”.
Creyendo que contigo mi futuro estaría repleto de delicias,
apretándome a tu brazo me marche,
de aquel pueblo que habitaba desde niña,
dejando tras de mí el triste invierno y recuerdos de muchacha desvalida.
Con la noche descubrí que, en tu ciudad,
un Madrid repleto de malicia,
andrajosos en rincones vomitaban y chiquillas exhibían con lascivia,
sus divinos atributos de mujer al Don Juan que dinero les ofrecía.
¿Dónde estaba escondido ese Retiro,
con sus lagos y paseos florecidos,
o sus bancos, repletos de mimosas que escondía los besos arrebatados a miles de jóvenes fogosas?
¿Dónde estaban, cariño mío, las imágenes tan bellas de postal que enviabas con tus cartas de escritura somnolienta,
esa luz de un crepúsculo ocular que embebía mis ansias de volar y ceñía mi mundo a tu grandeza?
“Yo seré tu protector, pequeña mía,
junto a mí verás un nuevo amanecer,
no habrá ya, a nadie a quien temer,
ni nada que desvele tu sueño de mujer,
tan solo, mis besos y caricias”.
©María Serralba
jueves, 6 de diciembre de 2012
On 17:18:00 by MARÍA SERRALBA in LA TRASTIENDA Sin comentarios
Todas ellas ataviadas con los trajes de campera,
llevan botas de serraje, faldas vistosas y estrechas,
que ciñen a sus cinturas para soltarse en las piernas,
y dejarles caminar sin apreturas, ni penas.
Ajustándoles el talle, un mantón, y en la pechera,
la medalla de la Virgen -a la que todos veneran-,
les anima con fervor a dirigir sus carretas,
adornadas de colores, con flores, cestas y telas,
resguardando del calor a las personas enfermas,
que a pesar de su salud, quieren unirse a la fiesta.
Con paso recio y certero, van llenando las veredas,
los arroyos, los caminos, las lomas y las laderas,
primero van los jinetes, tras ellos, van las carretas,
intentando cada día prolongar menos la espera,
entreteniendo la panza con las comidas caseras
y sus fuerzas, con los rezos y cantos de plañideras.
El gentío que paciente en la ermita les espera,
les parece divisar, entre la gran polvoreda,
como llegan peregrinos procedentes de otras tierras,
a venerar a su Virgen, a la blanca rociera,
que les mira con candor en penumbra y a la espera,
resguardada en una ermita de un pueblecito de Huelva.
Aferrándose a la verja que separa las dos puertas,
allí se agolpan devotos los que vienen de la aldea,
en la mano, con candiles, y otros vela, la contemplan,
hablando tres mil idiomas, sin haber dormido apenas,
esperan el gran momento en que se abran las puertas,
y salga de su interior esa Virgen mañanera.
Desde la noche anterior,
Raquel, la hija pequeña del aguacil de este pueblo,
se ha vestido de almonteña.
Es todavía muy joven,
hace poco sus coletas le llegaban a los hombros,
hoy peinadas en dos trenzas, le cruzan la coronilla de su preciosa cabeza.
Con los ojos de aceituna sevillana, de las negras,
la niña cogió sus ropas y enfundó bien su silueta,
de abejilla primorosa con ganas de mucha fiesta.
Sintiendo correr hormigas, palomas y hasta luciérnagas,
al ver pasar a los hombres, con sus jubones a cuestas,
con su porte principesco, y sus chalecos de fiesta,
Raquel no puede aguantar ni un minuto más despierta,
y olvidándose de todo, abandonó sus tareas,
para unirse a tantos fieles que iban camino a la iglesia.
Así pues, con la medalla luciéndole en su pechera,
se marchó a toda prisa para esconderse certera,
entre el paso de las gentes y el polvo de las carretas.
Llevaba un año esperando a que llegase esta fecha,
y a que la noche estrellada se inundara con hogueras,
con sus pies medio descalzos desplazándose en la arena,
va marcando sin cesar, bulerías, sevillanas, al toque de panderetas,
mientras, mujeres y niños, cantan y hablan con su jerga,
y los hombres atan fuerte el caballo a la carreta.
Su padre que no la vio, y que duda que la vea,
pronto tuvo que partir a resolver un problema,
pero se encuentra tranquilo por qué está con la certeza,
de que su hija aún duerme, que ronca, e incluso sueña,
sobre sábanas de lino y almohadas de plumas secas,
ya que su casa es tranquila al vivir en las afueras.
El hombre, fiel al trabajo, ha partido casi en vela,
para unirse a tanta gente y ver si todo anda en regla,
cumpliendo su obligación, se apostó junto a la verja,
esperando el empujón de aquella humana barrera,
que le dejase entre ver, a la paloma almonteña,
y escuchar, bañado en lágrimas, una salve rociera.
¡Que viva nuestra señora!, ¡que sea bendita ella!
El clamor con que los fieles abordan la parihuela,
es sabido de estas gentes que amenazan con romperla,
tan solo los más expertos, la llevan en anda recia,
apoyada en sus hombros, sin ataduras y expuesta,
al vaivén del populacho que disfrutaba al mecerla.
Todavía es muy temprano, y la gente en sus carretas,
va persiguiendo a la imagen que, en otra, llevan expuesta,
y le cantan seguidillas, y le rezan, y veneran,
mientras bailan bulerías y palmas repiquetean,
en las manos de los niños, madres, padres y las abuelas.
¡Que viva nuestra señora!, ¡que sea bendita ella!
Para Tomás hay asuntos que resolver con presteza,
como el del niño, que el carro le ha truncado las dos piernas.
Sin tardar ni media hora, ha organizado la gesta,
y entre el público ha pedido un médico, o alguien que entienda,
y a otros, que le despejen un camino o vereda,
a fin de llevar al niño al hospital que hay más cerca.
“Ese niño está muy mal” –le comentaron ya cerca
del amasijo de huesos, sangre, carne y muchas telas.
Aun así, sin ver la cara, Tomás notó que sus venas se sentían congeladas,
y el corazón bombeaba al ritmo de una carrera;
la visión de ver pequeños con heridas traicioneras,
todavía, en su persona, le hacen temblar las piernas.
Exhalando con temor, el aire que le restaba,
volvió a tomar el control de su mente y de su habla,
dirigiéndose al gentío, les gritó con gran dureza,
¡A ver!, dejadme pasar, ¿no veis que estáis estorbando?, ¡necesita respirar!,
¿no veis que con tanta gente le podemos asustar?,
¡venga!, ¡vamos!, ¡todos fuera!, ¡qué, lo que sea, será!
Descartando pensamientos que le nublaban la mente,
y apartando a los curiosos con manos, codos y temple,
y volviendo a inspirar para aguantar sin ñoñeces lo que sus ojos mirasen,
Tomás avanzó derecho, hasta llegar a aquel cuerpo, pequeño, sucio e inerte,
que mantenían tapado a los ojos de la gente, con una manta de cuadros,
casi todo destrozado, y a mala penas, viviente.
Con gesto desconcertado el hombre cayó doliente,
tomando sin titubeos entre sus brazos el cuerpo de aquel triste penitente.
en sus brazos lo meció, como una madre a su hijo,
que le da todo su amor, a pesar de estar dormido,
ni un llanto, ni un triste grito salieron de la garganta del aguacil y del niño,
mientras, lágrimas ardientes recorrían sin control el rostro de mucha gente.
¡Dios mío!, ¿pero qué he hecho?,
¡la suerte me ha abandonado!
hoy sin este querubín mi vida se ha terminado.
¡Muerte!, ven pronto a por mí,
y no me dejes aquí, triste y vistiendo de negro,
mientras a mi querubín, te lo llevas a los cielos.
Con el pecho destrozado y un llanto desgarrador,
el hombre dejó en el suelo el fruto de su rencor,
una niña con dos trenzas anudadas con primor arriba de su cabeza,
junto a ella, una cinta de color de la esperanza, y un abanico de seda,
regalo de Comunión, y en su pecho, la medalla,
en forma de camafeo contemplando la desgracia.
Del cuerpo de la pequeña, su familia se encargó llevándoselo a su casa,
y cavando en el jardín un agujero de tres brazas,
lo metieron allí dentro, para luego bien taparla,
con una losa de mármol donde con letra clara,
le pondrían fecha y nombre, y palabras de templanza,
con tierna dedicatoria que le escribiera su hermana.
Nadie supo bien la suerte que corrió aquella familia,
tan solo alguien contó, que pasados unos días,
el aguacil enfermo a raíz del incidente,
y que al poco, le enterraron junto a su hija, Raquel,
y plantaron junto a él, un galán de flores blancas,
perfumando con su olor, las noches más estrelladas.
Hay muchos que aun recuerdan con dolor el incidente,
y van a ver el jardín donde padre e hija duermen,
para observar sorprendidos, que la lápida de ella hoy también se ha descorrido,
mirando a diestra y siniestra, temiendo lo desconocido,
el turista quisquilloso rebusca en la enredadera,
pero allí, no había nadie que le hiciese estar en vela.
Al otro lado del río, más pegada a la ladera,
una joven hoy pasea con su traje de almonteña,
lleva mucho trecho andando, y lo hace,
a la espera de que algún mozo le ceda su montura principesca,
para llevarla a la ermita, trotando sobre las hierbas,
y agitar su abanico como si fuese una reina,
Raquel parece feliz, nadie sabe que está muerta.
Hoy es día de romeros, de jinetes y carretas,
de mujeres campesinas y señoras de alta esfera,
los hombres, con sus espuelas, atizan a los pollinos.
¡Corre, corre!, ¡vuela, vuela!,
¡que la Virgen del Rocío está esperando a la puerta!
©María Serralba
LA NIÑA DEL ABANICO por María Serralba II Certamen Poético Literario NUMEN Comunidad Valenciana 2012 |
Hoy es día de romeros, de jinetes y carretas,
de mujeres campesinas y señoras de alta esfera.Todas ellas ataviadas con los trajes de campera,
llevan botas de serraje, faldas vistosas y estrechas,
que ciñen a sus cinturas para soltarse en las piernas,
y dejarles caminar sin apreturas, ni penas.
Ajustándoles el talle, un mantón, y en la pechera,
la medalla de la Virgen -a la que todos veneran-,
les anima con fervor a dirigir sus carretas,
adornadas de colores, con flores, cestas y telas,
resguardando del calor a las personas enfermas,
que a pesar de su salud, quieren unirse a la fiesta.
Con paso recio y certero, van llenando las veredas,
los arroyos, los caminos, las lomas y las laderas,
primero van los jinetes, tras ellos, van las carretas,
intentando cada día prolongar menos la espera,
entreteniendo la panza con las comidas caseras
y sus fuerzas, con los rezos y cantos de plañideras.
El gentío que paciente en la ermita les espera,
les parece divisar, entre la gran polvoreda,
como llegan peregrinos procedentes de otras tierras,
a venerar a su Virgen, a la blanca rociera,
que les mira con candor en penumbra y a la espera,
resguardada en una ermita de un pueblecito de Huelva.
Aferrándose a la verja que separa las dos puertas,
allí se agolpan devotos los que vienen de la aldea,
en la mano, con candiles, y otros vela, la contemplan,
hablando tres mil idiomas, sin haber dormido apenas,
esperan el gran momento en que se abran las puertas,
y salga de su interior esa Virgen mañanera.
Desde la noche anterior,
Raquel, la hija pequeña del aguacil de este pueblo,
se ha vestido de almonteña.
Es todavía muy joven,
hace poco sus coletas le llegaban a los hombros,
hoy peinadas en dos trenzas, le cruzan la coronilla de su preciosa cabeza.
Con los ojos de aceituna sevillana, de las negras,
la niña cogió sus ropas y enfundó bien su silueta,
de abejilla primorosa con ganas de mucha fiesta.
Sintiendo correr hormigas, palomas y hasta luciérnagas,
al ver pasar a los hombres, con sus jubones a cuestas,
con su porte principesco, y sus chalecos de fiesta,
Raquel no puede aguantar ni un minuto más despierta,
y olvidándose de todo, abandonó sus tareas,
para unirse a tantos fieles que iban camino a la iglesia.
Así pues, con la medalla luciéndole en su pechera,
se marchó a toda prisa para esconderse certera,
entre el paso de las gentes y el polvo de las carretas.
Llevaba un año esperando a que llegase esta fecha,
y a que la noche estrellada se inundara con hogueras,
con sus pies medio descalzos desplazándose en la arena,
va marcando sin cesar, bulerías, sevillanas, al toque de panderetas,
mientras, mujeres y niños, cantan y hablan con su jerga,
y los hombres atan fuerte el caballo a la carreta.
Su padre que no la vio, y que duda que la vea,
pronto tuvo que partir a resolver un problema,
pero se encuentra tranquilo por qué está con la certeza,
de que su hija aún duerme, que ronca, e incluso sueña,
sobre sábanas de lino y almohadas de plumas secas,
ya que su casa es tranquila al vivir en las afueras.
El hombre, fiel al trabajo, ha partido casi en vela,
para unirse a tanta gente y ver si todo anda en regla,
cumpliendo su obligación, se apostó junto a la verja,
esperando el empujón de aquella humana barrera,
que le dejase entre ver, a la paloma almonteña,
y escuchar, bañado en lágrimas, una salve rociera.
¡Que viva nuestra señora!, ¡que sea bendita ella!
El clamor con que los fieles abordan la parihuela,
es sabido de estas gentes que amenazan con romperla,
tan solo los más expertos, la llevan en anda recia,
apoyada en sus hombros, sin ataduras y expuesta,
al vaivén del populacho que disfrutaba al mecerla.
Todavía es muy temprano, y la gente en sus carretas,
va persiguiendo a la imagen que, en otra, llevan expuesta,
y le cantan seguidillas, y le rezan, y veneran,
mientras bailan bulerías y palmas repiquetean,
en las manos de los niños, madres, padres y las abuelas.
¡Que viva nuestra señora!, ¡que sea bendita ella!
Para Tomás hay asuntos que resolver con presteza,
como el del niño, que el carro le ha truncado las dos piernas.
Sin tardar ni media hora, ha organizado la gesta,
y entre el público ha pedido un médico, o alguien que entienda,
y a otros, que le despejen un camino o vereda,
a fin de llevar al niño al hospital que hay más cerca.
“Ese niño está muy mal” –le comentaron ya cerca
del amasijo de huesos, sangre, carne y muchas telas.
Aun así, sin ver la cara, Tomás notó que sus venas se sentían congeladas,
y el corazón bombeaba al ritmo de una carrera;
la visión de ver pequeños con heridas traicioneras,
todavía, en su persona, le hacen temblar las piernas.
Exhalando con temor, el aire que le restaba,
volvió a tomar el control de su mente y de su habla,
dirigiéndose al gentío, les gritó con gran dureza,
¡A ver!, dejadme pasar, ¿no veis que estáis estorbando?, ¡necesita respirar!,
¿no veis que con tanta gente le podemos asustar?,
¡venga!, ¡vamos!, ¡todos fuera!, ¡qué, lo que sea, será!
Descartando pensamientos que le nublaban la mente,
y apartando a los curiosos con manos, codos y temple,
y volviendo a inspirar para aguantar sin ñoñeces lo que sus ojos mirasen,
Tomás avanzó derecho, hasta llegar a aquel cuerpo, pequeño, sucio e inerte,
que mantenían tapado a los ojos de la gente, con una manta de cuadros,
casi todo destrozado, y a mala penas, viviente.
Con gesto desconcertado el hombre cayó doliente,
tomando sin titubeos entre sus brazos el cuerpo de aquel triste penitente.
en sus brazos lo meció, como una madre a su hijo,
que le da todo su amor, a pesar de estar dormido,
ni un llanto, ni un triste grito salieron de la garganta del aguacil y del niño,
mientras, lágrimas ardientes recorrían sin control el rostro de mucha gente.
¡Dios mío!, ¿pero qué he hecho?,
¡la suerte me ha abandonado!
hoy sin este querubín mi vida se ha terminado.
¡Muerte!, ven pronto a por mí,
y no me dejes aquí, triste y vistiendo de negro,
mientras a mi querubín, te lo llevas a los cielos.
Con el pecho destrozado y un llanto desgarrador,
el hombre dejó en el suelo el fruto de su rencor,
una niña con dos trenzas anudadas con primor arriba de su cabeza,
junto a ella, una cinta de color de la esperanza, y un abanico de seda,
regalo de Comunión, y en su pecho, la medalla,
en forma de camafeo contemplando la desgracia.
Del cuerpo de la pequeña, su familia se encargó llevándoselo a su casa,
y cavando en el jardín un agujero de tres brazas,
lo metieron allí dentro, para luego bien taparla,
con una losa de mármol donde con letra clara,
le pondrían fecha y nombre, y palabras de templanza,
con tierna dedicatoria que le escribiera su hermana.
Nadie supo bien la suerte que corrió aquella familia,
tan solo alguien contó, que pasados unos días,
el aguacil enfermo a raíz del incidente,
y que al poco, le enterraron junto a su hija, Raquel,
y plantaron junto a él, un galán de flores blancas,
perfumando con su olor, las noches más estrelladas.
Hay muchos que aun recuerdan con dolor el incidente,
y van a ver el jardín donde padre e hija duermen,
para observar sorprendidos, que la lápida de ella hoy también se ha descorrido,
mirando a diestra y siniestra, temiendo lo desconocido,
el turista quisquilloso rebusca en la enredadera,
pero allí, no había nadie que le hiciese estar en vela.
Al otro lado del río, más pegada a la ladera,
una joven hoy pasea con su traje de almonteña,
lleva mucho trecho andando, y lo hace,
a la espera de que algún mozo le ceda su montura principesca,
para llevarla a la ermita, trotando sobre las hierbas,
y agitar su abanico como si fuese una reina,
Raquel parece feliz, nadie sabe que está muerta.
Hoy es día de romeros, de jinetes y carretas,
de mujeres campesinas y señoras de alta esfera,
los hombres, con sus espuelas, atizan a los pollinos.
¡Corre, corre!, ¡vuela, vuela!,
¡que la Virgen del Rocío está esperando a la puerta!
©María Serralba
miércoles, 28 de noviembre de 2012
On 17:46:00 by MARÍA SERRALBA in LA TRASTIENDA Sin comentarios
El otoño en los dos sexos es tema de discusión.
¿Quién ha dicho que el otoño es igual para los dos?
En el hombre, cincuentón, el pasar de un lado a otro, es una gran conmoción,
del arreglo, al desarreglo, lo hace sin ton ni son,
ya no se ponen colonia,
ni se atusan los dos pelos que repletos de mil canas,
no hay por donde cogerlos.
Y de la línea, ni hablemos,
como si fuese una raza venida del extranjero,
todos llevan sus barrigas abultadas en exceso,
¿será quizás de cerveza?, o, ¿será falta de sueño?
Y están los siempre dispuestos,
que esperan a la “menor” que les saque de paseo,
ya que su espejo no miente y les da pues la razón,
a comprarse vestuario de chicos de quince años para llevar con descaro a su nueva adquisición por donde antes, ni en sueños,
con su esposa paseaban,
vaya cruel contradicción.
En la mujer es distinto, el otoño las renueva,
y las hace resurgir como rosas de un rosal a una nueva primavera.
Se maquillan y perfuman con lenta dedicación,
y cuando menos lo esperas,
te anuncian con decisión, que se van con su pareja, de viaje, a Benidorm.
También están los dormidos,
los que no quieren saber que el verano ya se ha ido,
y que el invierno cercano les termina sorprendiendo todavía en el rellano.
Esos son los que prefieren vivir la vida a su paso,
con sus achaques,
y sueños guardados como capazos en el fondo de un armario debajo de los recuerdos,
con sus canas, o jugando con los nietos, pero contentos,
para ellos el otoño es un paso hasta el invierno.
©María Serralba
domingo, 18 de noviembre de 2012
On 17:28:00 by MARÍA SERRALBA in LA TRASTIENDA Sin comentarios
¡Ramona!, ¡abra la puerta!,
¡soy Dolores!, ¡la frutera!,¡vengo a hablarle de su hija!
Ramona con paso lento, miró bien por la mirilla,
fuera, los copos de nieve cubría ya la colina,
en espera del calor que les volviese a la vida.
La tristeza del invierno a las gentes influía,
y en las casas de Galicia, el frío calaba fuerte,
en huesos, cuerpo y mejillas.
Recién entrada ya el alba,
Ramona un tanto enfermiza,
abrió corriendo la puerta a la tendera cotilla.
Pero, ¡Dolores!, es tarde,
¿qué sucede?,
¿por qué gritas?
¡La vi ayer!, Doña Ramona,
con su vecino de al lado,
los dos cogidos del brazo y partiéndose de risa.
Y a caso, ¿eso es pecado? -habló Ramona, ofendida-,
“Dios nos concedió la risa,
para adornar este mundo y cubrirlo de alegría”.
Después de mucho insistirle a la frutera cotilla,
Dolores se fue de día al primer rayo de sol,
con la promesa sincera de dejarla ya tranquila.
Ramona, desesperada, corrió a ver a su amiga,
encontrándola de pie en medio de su salita,
le preguntó en un resuello: “¿Qué te pasa, amiga mía?”
Al estar un poco sorda y no saber que decían,
Mercedes cogió del brazo a su fatigada amiga,
y la condujo a otro cuarto donde tenía dos sillas.
Allí, juntas, se sentaron,
como solían hacer en las tardes de partida,
y sin soltarse los brazos intercambiaron sus cuitas.
Mi hijo, Doña Ramona, se marchó sin yo saberlo,
se ha llevado mis ahorros y el cinturón de su abuelo,
y en un pañuelo de lino, los anillos de mi boda,
los que guardé con esmero al quedarme pronto viuda y quitármelos del dedo.
Y a usted, ¿qué le ha sucedido?,
vayas horas de visita, o,
¿es que a caso no ha dormido?
¿a qué santo este revuelo?,
¿es que hoy no toca misa?
Yo también tengo un disgusto que mejor, ni se lo cuento.
La niñita de mis ojos se marchó sin yo saberlo,
llevándose mis ahorros, el traje de terciopelo, un vestido de organdí,
y las sandalias a juego de cintas que entretejí para el día de mi boda,
y que el orballo obligó que calzase con demora.
Extraño caso es el nuestro, señora Doña Mercedes,
hoy mi Alberto, y hoy, su Lidia,
marcharse justo a la vez,
¿no le da eso mala espina?
Y..., ¿algo más ha de contarme?, mi buena amiga y vecina
-le dijo Doña Mercedes a su atenta conocida,
rebozando entre su leche un trozo de empanadilla.
![]() |
CONSUELO DE CONSUEGRAS II Certamen Poético Numen Comunidad Valenciana 2012 |
Según me ha dicho Dolores, la mujer de mi frutero,
ha cogido mis ahorros, y en un trapo medio envuelto,
le ha visto como ocultaba ese velo de organdí,junto a puntillas de encaje que en mi boda no lucí por desposarme sin traje.
Las dos mujeres quedaron en un profundo silencio,
rodeadas de jarrones y la foto de recuerdo de un apuesto comandante,
que lucía en sus pechera estrellas hechas de acero.
Una a otra se miraron, y sin querer proponérselo,
se empezaron a reírse, con ganas, de fuera a dentro;
algo ocultaba el destino, y ellas, sin suponerlo.
¡Hay Ramona, que tu niña se nos va de casamiento!
-le dijo Doña Mercedes a su amiga, sonriendo-.
Tanto velo, tanta cinta, y además, tanto secreto,
todo me da en la nariz, que voy a estar en lo acierto.
Pues yo, de usted, callaría, vecina Doña Mercedes,
por que..., ahora que lo pienso,
¿pa qué se lleva su Alberto el cinturón de su abuelo?, a caso ¿era de oro?,
o los anillos de boda que recuerdo que a mi hija le vienen bien a su dedo.
Mire usted si somos bobas que después de tanto tiempo,
ninguna hemos pensado que su Lidia, y mi Alberto,
se querían hasta el punto de pensar en casamiento.
Carcajadas de alegría chocaron con los cimientos,
las dos mujeres reían al ver abrirse los cielos,
y estar ambas bendecidas por ese amor tan sincero.
¿A qué estamos esperando, consuegra, para contarlo?,
¡celebremos este encuentro con la cabeza bien alta!
y digámoslo al frutero, y a su esposa, la cotilla,
así, antes del almuerzo, todo el mundo lo sabrá,
que además de ser amigas, pronto familia seremos.
©María Serralba
sábado, 10 de noviembre de 2012
On 17:30:00 by MARÍA SERRALBA in LA TRASTIENDA Sin comentarios
Aunque coja de tu armario las camisas y los petos que te llevas a las obras,
y los huela hasta los huesos, por ver, si huelen a otra.
Celosa, ¿yo?,
¡que no, que no soy na de celosa!
Aunque me meta en tus sueños y me ponga a rebuscar,
por quién sonríes durmiendo pa poderle regañar.
Aunque lave dos mil veces el tenedor, la cuchara,
y el cuchillo con que mondas la piel de nuestras naranjas.
Celosa, ¿yo?,
¡que no, que no soy na de celosa!
Aunque veas de rodillas como friego nuestro suelo,
y limpio tus zapatillas, y beso por donde pisas con pasión y con esmero.
Celosa, ¿yo?,
Celosa, ¿yo?,
¡que no, que no soy na de celosa!
Aunque cogida del brazo te exhiba por todas partes,
y a los que miren tus ojos, brujerías yo les mande.
Aunque cierre los portones y asegure las ventanas,
Celosa, ¿yo?,
![]() |
LA ETERNA CELOSA II Certamen Poético NUMEN Comunidad Valenciana 2012 |
Celosa, ¿yo?,
¡que no, que no soy na de celosa!Aunque coja de tu armario las camisas y los petos que te llevas a las obras,
y los huela hasta los huesos, por ver, si huelen a otra.
Celosa, ¿yo?,
¡que no, que no soy na de celosa!
Aunque me meta en tus sueños y me ponga a rebuscar,
por quién sonríes durmiendo pa poderle regañar.
Celosa, ¿yo?,
!que no, que no soy na de celosa!Aunque lave dos mil veces el tenedor, la cuchara,
y el cuchillo con que mondas la piel de nuestras naranjas.
Celosa, ¿yo?,
¡que no, que no soy na de celosa!
Aunque veas de rodillas como friego nuestro suelo,
y limpio tus zapatillas, y beso por donde pisas con pasión y con esmero.
Celosa, ¿yo?,
¡que no, que no soy na de celosa!
Aunque azote con mis manos el colchón donde reposas,
para que él nunca sienta, el gozo que me provocas.
Celosa, ¿yo?,
¡que no, que no soy na de celosa!
Aunque cogida del brazo te exhiba por todas partes,
y a los que miren tus ojos, brujerías yo les mande.
Celosa, ¿yo?,
¡que no, que no soy na de celosa!Aunque cierre los portones y asegure las ventanas,
para atrapar el aliento que escapa con tus palabras.
Celosa, ¿yo?,
¡que no, que no soy na de celosa!
Aunque tengas duda de ello y quieras dejar la casa,
por la gloria de mi padre, yo te juro por mi alma,
que celosa, yo, no soy, celosa ¿yo?, para nada.
©María Serralba
martes, 6 de noviembre de 2012
On 17:32:00 by MARÍA SERRALBA in LA TRASTIENDA Sin comentarios
Un hombre cada mañana se pasea en soledad,
contando las mariposas, o leyendo el “Semanal”.
Hace un año que su hija allí solo le dejó,
con promesas de futuro, pero nunca las cumplió,
Con mirada cautelosa, en la puerta principal,
Pascual ve pasar las horas, ¿Quien le irá hoy a buscar?
La luna salió de nuevo y el cielo lo iluminó,
“Mañana será otro día, ¿de nuevo se le olvidó?”.
Resignado vuelve a dentro y enciende el televisor,
pero todas las noticias le causan gran estupor.
De nuevo llega el domingo, un día sin emoción,
"¡Pascual!, hoy tiene visita" -la enfermera le anunció.
Creyendo que era su hija, Pascual lloró de emoción,
pero en la sala de espera a ella no la encontró,
en su lugar, había un niño sentadito en un sillón.
Y tu, ¿de dónde has salido?, y tu madre, ¿dónde está?,
¿es que a caso no ha venido?, o, ¿será que te has pedido?
aquí, no está permitido que un niño venga a jugar,
deberías de advertirle cuando te vuelva a buscar.
¡Hola!, yo soy Alejandro y tú, ¿mi abuelo?, o, no,
eso fue lo que me dijo la chica de Recepción.
Con gracioso desparpajo el niño le interrogó,
aunque no le conocía, de hecho, nunca le vio.
Mi madre no está conmigo, pero al ser mi cumpleaños,
le pedí que me trajera a conocer a mi yayo.
Ella solo me contó que vivías apartado por cuestiones de salud,
y que el día que nací, rompisteis la relación.
Sin ver remedio al entuerto, Pascual al fin aceptó,
quedarse de centinela de ese niño preguntón,
llevándolo a la terraza, juntos, tomaron el sol,
y cogieron mariposas y jugando al dominó
Pascual volvió a sonreír y le dio gracias a Dios.
Al cabo de cuatro horas al fin la madre acudió,
“Hola, padre, ¿cómo está?" –le dijo sin emoción.
Recogiendo la mochila, al pequeño se llevó,
pero éste, de repente, a su abuelo le grito:
“¡Abuelo!, volvemos mañana, y no me digas que no”.
©María Serralba
contando las mariposas, o leyendo el “Semanal”.
Hace un año que su hija allí solo le dejó,
con promesas de futuro, pero nunca las cumplió,
“Papá, aquí estarás bien”, le dijo de corazón.
Hoy es día de visita, todos parecen notar
en pasillos, en cocinas, y en la sala de billar.
Inquietos, ven a familias de unos y otros llegar
en los fines de semana como cosa habitual,
para hablar con los amigos, compañeros de Pascual.
Pascual ve pasar las horas, ¿Quien le irá hoy a buscar?
La luna salió de nuevo y el cielo lo iluminó,
“Mañana será otro día, ¿de nuevo se le olvidó?”.
Resignado vuelve a dentro y enciende el televisor,
pero todas las noticias le causan gran estupor.
De nuevo llega el domingo, un día sin emoción,
"¡Pascual!, hoy tiene visita" -la enfermera le anunció.
Creyendo que era su hija, Pascual lloró de emoción,
pero en la sala de espera a ella no la encontró,
en su lugar, había un niño sentadito en un sillón.
Y tu, ¿de dónde has salido?, y tu madre, ¿dónde está?,
¿es que a caso no ha venido?, o, ¿será que te has pedido?
aquí, no está permitido que un niño venga a jugar,
deberías de advertirle cuando te vuelva a buscar.
¡Hola!, yo soy Alejandro y tú, ¿mi abuelo?, o, no,
eso fue lo que me dijo la chica de Recepción.
Con gracioso desparpajo el niño le interrogó,
aunque no le conocía, de hecho, nunca le vio.
Mi madre no está conmigo, pero al ser mi cumpleaños,
![]() |
UNA PROMESA INESPERADA de María Serralba II Certamen Poético Numen Comunidad Valenciana 2012 |
le pedí que me trajera a conocer a mi yayo.
Ella solo me contó que vivías apartado por cuestiones de salud,
y que el día que nací, rompisteis la relación.
Sin ver remedio al entuerto, Pascual al fin aceptó,
quedarse de centinela de ese niño preguntón,
llevándolo a la terraza, juntos, tomaron el sol,
y cogieron mariposas y jugando al dominó
Pascual volvió a sonreír y le dio gracias a Dios.
Al cabo de cuatro horas al fin la madre acudió,
“Hola, padre, ¿cómo está?" –le dijo sin emoción.
Recogiendo la mochila, al pequeño se llevó,
pero éste, de repente, a su abuelo le grito:
“¡Abuelo!, volvemos mañana, y no me digas que no”.
©María Serralba
domingo, 4 de noviembre de 2012
On 17:39:00 by MARÍA SERRALBA in LA TRASTIENDA Sin comentarios
Hola amigos, los "artistas" somos así, y hoy, la inspiración en realidad me ha venido por un profundo sentimiento llamado amor, cómo el que se profesan dos personas maravillosas, Macarena y Mario, unos amigos que, a pesar del poco tiempo que les conozco, sé, que este sentimiento es en sus vidas el principal sustento, además de verse rodeados de sus seres queridos y amigos. Con cariño para vosotros dos, de una aprendiz de poeta.
![]() |
EL ABISMO DE TU MIRADA de María Serralba II Certamen poético Numen Comunidad Valenciana 2012 |
Me sentí perdida en tu mirada como el niño que anhela fantasías,
envolviendo mi cintura con tus manos,
me elevaste a los cielos con la brisa para luego,
mecerme entre tus brazos,
susurrando con tu aliento mil caricias.
Y fui tuya, sin temores ni prejuicios,
creyéndome la reina de tu vida,
el néctar de tus besos aun sedientos que pedían de los míos su sustento,
cual abeja a la miel en su desdicha.
El pasar tus manos por mi vientre produjeron un mágico aleteo,
volviéndome hambrienta de caricias, de miradas,
de sentirme extasiada por momentos,
por la cálida tibieza de tus besos y el poder masculino de tu cuerpo.
Y volví a sentirme en tu mirada perdida de pasión y desconcierto,
lanzándome al abismo de tus ojos, retozando en la cama,
entre despojos de tu amor y mi cordura, para luego,
resurgir entre la bruma de mis celos, cual mujer que se sabe deseada y que añora,
el tener a su amante para ella, todo entero.
me elevaste a los cielos con la brisa para luego,
mecerme entre tus brazos,
susurrando con tu aliento mil caricias.
Y fui tuya, sin temores ni prejuicios,
creyéndome la reina de tu vida,
el néctar de tus besos aun sedientos que pedían de los míos su sustento,
cual abeja a la miel en su desdicha.
El pasar tus manos por mi vientre produjeron un mágico aleteo,
volviéndome hambrienta de caricias, de miradas,
de sentirme extasiada por momentos,
por la cálida tibieza de tus besos y el poder masculino de tu cuerpo.
Y volví a sentirme en tu mirada perdida de pasión y desconcierto,
lanzándome al abismo de tus ojos, retozando en la cama,
entre despojos de tu amor y mi cordura, para luego,
resurgir entre la bruma de mis celos, cual mujer que se sabe deseada y que añora,
el tener a su amante para ella, todo entero.
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